Sigo en plan autobombo, sabrán disculpar la inmodestia. Pero estimo que también comprenderán que la única manera que tiene un escritor de trascender mínimamente es, justamente, promocionando su trabajo él mismo (a no ser que tenga amigos en los lugares indicados y les pida que le hagan el autobombo por él). Pero ya Walt Whitman, allá a fines del siglo XIX, para promocionar su recién sacada del horno primera edición de Hojas de hierba, poemario emblemático si lo hay, al que siguió agregándole poemas con el paso de los años, sacaba también notas en los periódicos en los que trabajaba alabando dicha obra, firmando, desde luego, con seudónimos. Así que si Whitman lo hizo... por qué no iba yo a comentarles que nuevamente tengo la dicha de ver publicados en papel dos poemas gracias a un concurso...
Y nuevamente también, a pesar de la dicha que esto implica, queda el regusto amargo, no sólo por no haber ganado, que ese no es realmente el quid de la cuestión, sino por lo desparejo, desprolijo y desequilibrado del resultado final. Como en el caso de Junín, los textos ganadores, en mi opinión, no pasan de mediocres, cuando mucho. El resto de la antología es, asimismo, de un nivel muy bajo y desparejo, cosa que se ve reforzada por el escaso (o nulo, me atrevería a decir) cuidado de la edición. Yo entiendo que todo se hace "a pulmón", "con la mejor intención", "de todo corazón" y todo el ramillete de frases por el estilo que se quieran. Me parece bárbaro, perfecto, atendible, divino, precioso, etc. Eso no obsta que las cosas puedan (y deban) hacerse bien. Al momento de editar una antología, por modesta y bien intencionada que sea, no cuesta nada que alguien se tome algunos (lo ideal sería todos, pero bueno...) de los siguientes "trabajitos":
- Revisar cuidadosamente la ortografía, la gramática y el estilo. Me conformaría con que se revisara exhaustivamente la primera al menos. Si bien se supone que quienes envían sus trabajos al concurso han revisado exhaustivamente sus textos (la itálica no alcanza para dar el rango total de la ironía de esta frase, pero no tengo nada más efectivo a mano), nunca está de más que otro par de ojos vuelva a revisar todo lo enviado, pues si no se dispuso de versión electrónica de los textos y alguien los copió, es muy probable que se deslicen involuntarios errores, como los que detecté ya en esta antología sin siquiera haberla leído por completo. ¡Pásenle el corrector ortográfico por lo menos, muchachos!
- Unificar tipográficamente los textos. ¿Qué significa esto? Entre los escritores nóveles y bisoños existe una tremebunda confusión acerca de cómo deben usarse los signos de puntuación y cuáles deben usarse en cada ocasión. Los signos de puntuación son convenciones lingüísticas con funciones predeterminadas. Existe cierto margen de libertad en su uso (especialmente en la poesía), pero ello no significa que puedan ser usados de cualquier manera o como a uno se le antoje. El caso más gráfico al respecto es el de los puntos suspensivos. Queridos amigos poetas y narradores: los puntos suspensivos, por mucho que insistan, son sólo tres (3). No uno ni dos ni cuatro ni veinte: tres. Otro enorme problema para los novatos es el mejor amigo de la narración, como dice mi maestro Marcelo di Marco: la raya de diálogo, guión largo o inciso. Dicha raya no puede ser ni es nunca la misma que se usa para graficar el signo menos (-) ni tampoco es el guión bajo (_) sino que es, como su nombre lo indica, un guión más largo (—), que se usa única y exclusivamente para indicar el parlamento de un personaje y las acotaciones (o bien frases parentéticas) que hace el narrador y nada más. Y aquí me permitiré hacerle un favor a la población escritoril y les revelaré dónde encontrar dicho signo en el Word: en el menú "Insertar", opción "Símbolo", pestaña "Caracteres especiales" lo veréis muy orondo bajo el rótulo de "guión largo", ocupando el primer lugar de la lista. Deben seleccionarlo y apretar seguidamente la opción "Autocorrección", para proceder a elegir qué tecla deseáis que lo coloque mágicamente en vuestras pantallas y una vez hecho eso, ¡voilá! No habrá más penas ni olvidos ni guiones cortitos ni bajos ni rayitas extrañas sino el signo que corresponde. Más problemas traen, a su vez, los signos de exclamación, los de pregunta y las comillas. Nadie parece saber muy bien dónde abrirlos, dónde cerrarlos, si dejarlos abiertos, cerrados, perdidos o colgados. ¡Parece mentira que cosas tan sencillas cuesten tanto ser entendidas! Si alguien tiene dudas, por favor, sáquenselas: existen cantidad de manuales y gramáticas del castellano que en un trís cumplen con su cometido y nos aclaran cualquiera de estas cuestiones. Por mi parte, recomiendo por un lado la Ortografía esencial del español de Alberto Buitrago y Agustín Torijano, y por otro, ya con nivel de detalle más exhaustivo, El arte de escribir bien en español, manual de corrección de estilo coordinado por María Negroni (hay varias ediciones, una de ellas con un precio bastante accesible -hasta hace unos meses al menos, cuando había 'precios accesibles'). Antes que gastar (tirar) plata en el último best-seller de Pablo Conejo o de Dan Brownie, gasten unos pesitos en los libros de cabecera (diccionarios, gramáticas, manuales, etc.) que cualquier escritor, editor, poeta, persona interesada en las letras y la comunicación debe tener siempre a mano.
- Unificar visualmente los textos. Nuevamente, los escritores nóveles, los bisoños y en ocasiones los muy buenos y experimentados también, suelen tener serios problemas a la hora de definir, por ejemplo, los párametros más sencillos de la opción "Párrafo" del menú "Formato" de quien debería ser su mejor amigo en este mundo, el procesador de textos Word (o el que usaren). Algunos colocan unas sangrías kilométricas, otros desconocen completamente la existencia de las sangrías (¡con la importancia que revisten para el caso de la narrativa!), otros utilizan la que viene por default... La mejor, en mi opinión, es la de o, 5 cm. (la que viene por default es de 1, 25 cm.). Luego está el problema de la distancia entre los párrafos. La mayoría desconoce que existe algo que se llama "espacio activo" y separan todos los párrafos con un "renglón en blanco" cuando esto no es necesario en absoluto, a menos que se quiera indicar un cambio de escena o un cambio temporal. Pero Word, que, insisto, debe ser, sin lugar a dudas, nuestro mejor amigo en este mundo, tiene incluso una opción para separar los párrafos visualmente sin necesidad de apretar enter enter enter como endemoniado. Investiguen la opción "Párrafo" y la encontrarán enseguida.
- Embellecer estéticamente la página. ¿Cómo lograr tarea tan ímproba? Mediante la sencilla operación de utilizar una fuente agradable a la vista y, sobre todo, de las llamadas "serif", es decir de aquellas que llevan al ojo a seguir el flujo del texto sin que éste se canse. Lo diré más gráficamente: ¡¡¡basta de usar Arial!!! (aquí utilizo Arial porque Blogger no me ofrece muchas más opciones y porque esto no está destinado al papel, desde luego). Existen siderales cantidades de fuentes bellísimas, a mano en cualquier sitio de Internet. Pero si aún el expediente de ir, buscarlas y bajarlas a vuestras PCs os parece algo enloquecedor, tened a bien usar Times New Roman o Garamond, fuentes que nos acompañan desde Windows 95 para acá y haréis más felices a vuestros lectores ya que no fatigaréis sus oclayos con una fuente totalmente interdicta, como lo es Arial, para cualquier trabajo literario que se precie de tal. Mi maestro recomienda la fuente New York. Yo le agregaría Book Antiqua también. Lo más triste del caso es que sospecho que todas estas antologías (creo que es la quinta o sexta antología que cae en mis manos con la fucking Arial) usan esa fuente porque es la primera que aparece en la lista de fuentes del Word... ¡y pensar que con sólo darle un poquito de scroll al mouse podrían encontrar tantas fuentes agradables a la vista!
Pero más allá de estos detalles y desprolijidades, lo cierto es que dos poemas míos han visto nuevamente el papel y gracias a mi poesía, como fue este año con el caso de Junín, he conocido otra ciudad que no conocía, Hurlingham esta vez, patria espiritual de Sumo y Divididos, dos bandas que amo desde siempre...