7 de diciembre de 2008

Frente al espejo (o más autobombo)

Sigo en plan autobombo, sabrán disculpar la inmodestia. Pero estimo que también comprenderán que la única manera que tiene un escritor de trascender mínimamente es, justamente, promocionando su trabajo él mismo (a no ser que tenga amigos en los lugares indicados y les pida que le hagan el autobombo por él). Pero ya Walt Whitman, allá a fines del siglo XIX, para promocionar su recién sacada del horno primera edición de Hojas de hierba, poemario emblemático si lo hay, al que siguió agregándole poemas con el paso de los años, sacaba también notas en los periódicos en los que trabajaba alabando dicha obra, firmando, desde luego, con seudónimos. Así que si Whitman lo hizo... por qué no iba yo a comentarles que nuevamente tengo la dicha de ver publicados en papel dos poemas gracias a un concurso...
Y nuevamente también, a pesar de la dicha que esto implica, queda el regusto amargo, no sólo por no haber ganado, que ese no es realmente el quid de la cuestión, sino por lo desparejo, desprolijo y desequilibrado del resultado final. Como en el caso de Junín, los textos ganadores, en mi opinión, no pasan de mediocres, cuando mucho. El resto de la antología es, asimismo, de un nivel muy bajo y desparejo, cosa que se ve reforzada por el escaso (o nulo, me atrevería a decir) cuidado de la edición. Yo entiendo que todo se hace "a pulmón", "con la mejor intención", "de todo corazón" y todo el ramillete de frases por el estilo que se quieran. Me parece bárbaro, perfecto, atendible, divino, precioso, etc. Eso no obsta que las cosas puedan (y deban) hacerse bien. Al momento de editar una antología, por modesta y bien intencionada que sea, no cuesta nada que alguien se tome algunos (lo ideal sería todos, pero bueno...) de los siguientes "trabajitos":


- Revisar cuidadosamente la ortografía, la gramática y el estilo. Me conformaría con que se revisara exhaustivamente la primera al menos. Si bien se supone que quienes envían sus trabajos al concurso han revisado exhaustivamente sus textos (la itálica no alcanza para dar el rango total de la ironía de esta frase, pero no tengo nada más efectivo a mano), nunca está de más que otro par de ojos vuelva a revisar todo lo enviado, pues si no se dispuso de versión electrónica de los textos y alguien los copió, es muy probable que se deslicen involuntarios errores, como los que detecté ya en esta antología sin siquiera haberla leído por completo. ¡Pásenle el corrector ortográfico por lo menos, muchachos!

- Unificar tipográficamente los textos. ¿Qué significa esto? Entre los escritores nóveles y bisoños existe una tremebunda confusión acerca de cómo deben usarse los signos de puntuación y cuáles deben usarse en cada ocasión. Los signos de puntuación son convenciones lingüísticas con funciones predeterminadas. Existe cierto margen de libertad en su uso (especialmente en la poesía), pero ello no significa que puedan ser usados de cualquier manera o como a uno se le antoje. El caso más gráfico al respecto es el de los puntos suspensivos. Queridos amigos poetas y narradores: los puntos suspensivos, por mucho que insistan, son sólo tres (3). No uno ni dos ni cuatro ni veinte: tres. Otro enorme problema para los novatos es el mejor amigo de la narración, como dice mi maestro Marcelo di Marco: la raya de diálogo, guión largo o inciso. Dicha raya no puede ser ni es nunca la misma que se usa para graficar el signo menos (-) ni tampoco es el guión bajo (_) sino que es, como su nombre lo indica, un guión más largo (—), que se usa única y exclusivamente para indicar el parlamento de un personaje y las acotaciones (o bien frases parentéticas) que hace el narrador y nada más. Y aquí me permitiré hacerle un favor a la población escritoril y les revelaré dónde encontrar dicho signo en el Word: en el menú "Insertar", opción "Símbolo", pestaña "Caracteres especiales" lo veréis muy orondo bajo el rótulo de "guión largo", ocupando el primer lugar de la lista. Deben seleccionarlo y apretar seguidamente la opción "Autocorrección", para proceder a elegir qué tecla deseáis que lo coloque mágicamente en vuestras pantallas y una vez hecho eso, ¡voilá! No habrá más penas ni olvidos ni guiones cortitos ni bajos ni rayitas extrañas sino el signo que corresponde. Más problemas traen, a su vez, los signos de exclamación, los de pregunta y las comillas. Nadie parece saber muy bien dónde abrirlos, dónde cerrarlos, si dejarlos abiertos, cerrados, perdidos o colgados. ¡Parece mentira que cosas tan sencillas cuesten tanto ser entendidas! Si alguien tiene dudas, por favor, sáquenselas: existen cantidad de manuales y gramáticas del castellano que en un trís cumplen con su cometido y nos aclaran cualquiera de estas cuestiones. Por mi parte, recomiendo por un lado la Ortografía esencial del español de Alberto Buitrago y Agustín Torijano, y por otro, ya con nivel de detalle más exhaustivo, El arte de escribir bien en español, manual de corrección de estilo coordinado por María Negroni (hay varias ediciones, una de ellas con un precio bastante accesible -hasta hace unos meses al menos, cuando había 'precios accesibles'). Antes que gastar (tirar) plata en el último best-seller de Pablo Conejo o de Dan Brownie, gasten unos pesitos en los libros de cabecera (diccionarios, gramáticas, manuales, etc.) que cualquier escritor, editor, poeta, persona interesada en las letras y la comunicación debe tener siempre a mano.

- Unificar visualmente los textos. Nuevamente, los escritores nóveles, los bisoños y en ocasiones los muy buenos y experimentados también, suelen tener serios problemas a la hora de definir, por ejemplo, los párametros más sencillos de la opción "Párrafo" del menú "Formato" de quien debería ser su mejor amigo en este mundo, el procesador de textos Word (o el que usaren). Algunos colocan unas sangrías kilométricas, otros desconocen completamente la existencia de las sangrías (¡con la importancia que revisten para el caso de la narrativa!), otros utilizan la que viene por default... La mejor, en mi opinión, es la de o, 5 cm. (la que viene por default es de 1, 25 cm.). Luego está el problema de la distancia entre los párrafos. La mayoría desconoce que existe algo que se llama "espacio activo" y separan todos los párrafos con un "renglón en blanco" cuando esto no es necesario en absoluto, a menos que se quiera indicar un cambio de escena o un cambio temporal. Pero Word, que, insisto, debe ser, sin lugar a dudas, nuestro mejor amigo en este mundo, tiene incluso una opción para separar los párrafos visualmente sin necesidad de apretar enter enter enter como endemoniado. Investiguen la opción "Párrafo" y la encontrarán enseguida.

- Embellecer estéticamente la página. ¿Cómo lograr tarea tan ímproba? Mediante la sencilla operación de utilizar una fuente agradable a la vista y, sobre todo, de las llamadas "serif", es decir de aquellas que llevan al ojo a seguir el flujo del texto sin que éste se canse. Lo diré más gráficamente: ¡¡¡basta de usar Arial!!! (aquí utilizo Arial porque Blogger no me ofrece muchas más opciones y porque esto no está destinado al papel, desde luego). Existen siderales cantidades de fuentes bellísimas, a mano en cualquier sitio de Internet. Pero si aún el expediente de ir, buscarlas y bajarlas a vuestras PCs os parece algo enloquecedor, tened a bien usar Times New Roman o Garamond, fuentes que nos acompañan desde Windows 95 para acá y haréis más felices a vuestros lectores ya que no fatigaréis sus oclayos con una fuente totalmente interdicta, como lo es Arial, para cualquier trabajo literario que se precie de tal. Mi maestro recomienda la fuente New York. Yo le agregaría Book Antiqua también. Lo más triste del caso es que sospecho que todas estas antologías (creo que es la quinta o sexta antología que cae en mis manos con la fucking Arial) usan esa fuente porque es la primera que aparece en la lista de fuentes del Word... ¡y pensar que con sólo darle un poquito de scroll al mouse podrían encontrar tantas fuentes agradables a la vista!

Pero más allá de estos detalles y desprolijidades, lo cierto es que dos poemas míos han visto nuevamente el papel y gracias a mi poesía, como fue este año con el caso de Junín, he conocido otra ciudad que no conocía, Hurlingham esta vez, patria espiritual de Sumo y Divididos, dos bandas que amo desde siempre...

10 de noviembre de 2008

Al filo del gozo (o un poco de autobombo!)


Comparto con uds. esta nota en la que se habla de la antología de poesía erótica donde han tenido la peregrina idea de incluir un poema de vuestra insegura y poética servidora. Para leer el poema de marras, dirigid vuestro índice aquí. Para leer la nota, dirigid vuestros oclayos hacia abajo nomás...

POETAS CHIAPANECAS PRESENTAN LA ANTOLOGÍA “AL FILO DEL GOZO” EN BELLAS ARTES
Antología de poesía erótica

Elisa Rodríguez García


El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, la Coordinación Nacional de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes invitan a la presentación de la antología erótica escrita por mujeres en lengua castellana, Al filo del gozo (Guadalajara: Editorial “Viento al hombro”, 2008), compilada por las escritoras chiapanecas Socorro y Marisa Trejo Sirvent, que tendrá lugar el miércoles 12 de noviembre, a las 19:00 horas, en la Sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes.
En esta presentación que tendrá lugar en el Palacio de las Bellas Artes de México participarán aparte de las compiladoras: Eliseo Alberto, Dolores Castro, Lina Zerón y Lucía Rivadeneyra, además de realizarse también un recital poético con algunas de las poetas que radican en México, donde también se hará presente la voz de algunas autoras chiapanecas.
De acuerdo a la presentación de este trabajo de investigación hecho durante cuatro años por estas destacadas creadoras: “las poetas seleccionadas para esta antología forman parte de un corpus muy preciso que se hizo a partir de una amplia convocatoria difundida por Internet gracias a muchos poetas que la hicieron conocer a las autoras interesadas en participar en un proyecto no institucional, apoyado por la Editorial “Viento al hombro” y basado en una investigación que se circunscribió al material recibido. Es por esa razón que los textos de las poetas de algunos países son más abundantes que de otros. La convocatoria se fue difundiendo por sí misma a través de dos continentes: América y Europa. Se solicitaron diez poemas mínimos de cada autora, con temática erótica, de poetas vivas, con deseos de publicar sus textos en una antología erótica, a la cual se le ha puesto por título: “Al filo del gozo”, en homenaje a Rosario Castellanos y en referencia a uno de sus textos eróticos”.
A través de los años que llevó conformarla y a pesar de haberse cerrado la fecha límite para envío de textos, siguieron estas creadoras, recibiendo materiales seis meses más, aunque aclaran que: “el proceso de selección fue arduo y llevó muchas horas de trabajo y relecturas de poetas. Más que hablar de poetas seleccionadas, nos gusta hablar de poemas seleccionados, pues si bien quedaron fuera poemas de gran calidad avalados por trayectorias de reconocimiento internacional, fueron a fin de cuentas, los poemas y no las poetas, los que prevalecieron como derrotero en esta investigación y siempre tuvimos claro la concepción de poesía erótica que se quería mantener, dentro de un estilo quizás muy personal, desde nuestra estética, pensando en lo que deseábamos brindar a nuestros lectores virtuales. El tópico erótico es abordado desde múltiples facetas por las diversas autoras que se expresan en lengua española, sin importar su nacionalidad o lugar de residencia”.
Es de mencionar el cuidadoso trabajo hecho por la Editorial “Viento al hombro”, en especial, de José Luis Ruiz Abreu, director de “esta editora de provincia que tiene como objetivo principal la difusión de la literatura chiapaneca”, el cual ha impulsado la publicación de autores de esa entidad federativa, en especial de poetas jóvenes.
En la edición de Al filo del gozo sobresale su preciosa portada que incluye una pintura de Perla Estrada, artista plástica tabasqueña, así como también los interiores de esmerada selección de pinturas con temáticas relacionadas con los textos poéticos de Ricardo García Mora, Perla Estrada y Rogelio Urrusti de Tabasco y Jorge Ignacio Nazabal de Cuba, así como fotos de Marisa Trejo Sirvent. Cabe destacar que esta empresa pionera en Chiapas no cuenta con ningún subsidio o ayuda de ninguna institución u organización, consigue sus fondos para costear estas publicaciones de los encargos de otros poetas y escritores que sí pueden encargar una edición personal de sus obras.
Esta antología incluye poemas eróticos de noventa y ocho autoras latinoamericanas, algunas de ellas radicadas también en Estados Unidos, el Caribe y Finlandia y de Europa. Argentina está representada por las poetas Marisa Negri y Analía Pinto. De Bolivia están incluida Jessica Freudenthal Ovando y de Brasil, Cristina Pérez Stadelmann. De Colombia se incluyen: Eva Durán, Lauren Mendinueta y Carolina Valencia. Julieta Dobles aparece por Costa Rica. A Cuba la representan: Lídice Alemán, Odette Alonso, Yanitzia Canetti, Zoelia Frómeta Machado y Marié Rojas Tamayo. Mariana Falcón y Aleyda Quevedo por Ecuador. De El Salvador están Carmen González Huguet, Dina Posada y Silvia Elena Regalado. De España se incluyen poemas de Tina Escaja, María Paz Moreno, Carmen Nozal, Ángela Reyes, Carmen Rubio, Milagros Salvador y Beatriz Villacañas Palomo. Por Guatemala está Carolina Escobar Sarti. Soledad Altamirano Murillo, Lety Elvir Lazo y Waldina Medina por Honduras. Italia está representada con Silvia Favaretto. Entre las poetas de Nicaragua están Gioconda Belli, Yolanda Blanco, Gema Santamaría, Christian Santos y Andira Watson. Del Perú se incluyen Marita Troiano y Nastia Tanya Tynjala. De Puerto Rico están mairym Cruz-Bernal, Etnairis Rivera y Lourdes Vásquez. Finalmente, de Uruguay se encuentran Lucía Borsani, Déborah Eguren y Raquel Martínez Martínez y de Venezuela, ´María Antonieta Flores, Beatriz Alicia García Naranjo y Nidesca Suárez.
La antología muestra un número mayor de poetas mexicanas, todas ellas destacadas: Rosa María Adame, Edna Aponte, Ana Aridjis, Gabriela Balderas, Amaranta Caballero Prado, Alejandra Camposeco Prieto, Ibet Cázares, Jeannette L. Clariond, María Eugenia Díaz de la Cruz, Isolda Dosamantes, Liz Durand, Sofia Faddeeva, Gladys Fuentes Milla, Zulai Marcela Fuentes, Betty Galaviz, Yolanda Gómez Fuentes, María Ella Gómez Rivero, Estela Guerra Garnica, Clara del Carmen Guillen, Elda Guzmán, Silvia Mercedes Hernández-Mejía Tort, Leticia Herrera, Laura Hernández, Raquel Huerta Nava, Ana Kullik Lackner, Leticia Luna, Carolina Martínez, Yolanda Massieu, Thelma Nava, Ámbar Past, Maricruz Patiño, Silvia Pratt, Marizela Ríos Toledo, Lucía Rivadeneyra, María Eugenia Rodríguez Gaitán, Eurídice Román de Dios, Mara Romero, Araceli Sánchez Contreras, María Elena Solórzano, Rocío Tamé, Marisa Trejo Sirvent, Socorro Trejo Sirvent, Mariel Turrent Eggleton, Angélica Valero, Estrella Valle, Cordelia Vásquez Villatoro, Citlalli H. Xochitiotzin Ortega y Lina Zerón.
Es oportuno mencionar el magnífico trabajo hecho por Marisa y Socorro Trejo Sirvent, en principio, sobre la selección poética, la cual nunca decae, ni en belleza ni calidad, así como también la investigación realizada sobre la trayectoria poética de cada una de las autoras incluidas en sus fichas curriculares, precisas e iluminadoras y en la bibliografía final de la antología. Los méritos de estas dos escritoras chiapanecas han sido reconocidos a nivel internacional por sus múltiples inclusiones en antologías internacionales (dos de ellas bilingües en Francia y en Suiza) y su profusa presencia en revistas y portales de Internet, las traducciones de sus obras a otras lenguas, su participación en múltiples encuentros internacionales, sobresaliendo encuentros realizados en Cuba, España, Perú, Guatemala y México. En el ámbito nacional sus poemarios y ensayos han sido publicados por la UNAM (Colección “El ala del tigre”), U.A.E.M., Instituto Mexiquense de Cultura, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Papeles privados, la Tinta del Alcatraz, La Cuadrilla de la Langosta, Instituto Chiapaneco de Cultura, Universidad Autónoma de Chiapas, Seminario de Cultura Mexicana, Editorial “Viento al hombro” y CONACULTA y en diversos periódicos y revistas literarias nacionales. A nivel regional, son de destacar sus aportaciones también como promotoras culturales y literarias, como compiladoras de dos antologías de la poesía chiapaneca (Árbol de muchos pájaros, Universidad Autónoma del Estado de México, 2000, Poesía escrita por mujeres chiapanecas en el siglo XX, Secretaría de Educación de Chiapas, 2006) y una antología internacional (Al filo del gozo, Editorial “Viento al hombro”, 2008), así como en la organización de más de diez encuentros de poetas a nivel nacional realizados en Chiapas y cuatro internacionales, en homenaje a Rosario Castellanos, Jaime Sabines y Ernesto Cardenal y el Festival de Poesía de la Habana, Cuba, auspiciado por la UNESCO.


(La imagen que ilustra este post es de la artista Perla Estrada)

6 de octubre de 2008

Yo mando obras a concursos literarios, ¿y usted?

Sí, yo mando obras a concursos literarios, pero la verdad que no sé muy bien para qué. ¿Qué sueño o anhelo escondido bate sus suaves plumas allí? No lo sé. Supongo que ver publicada, en un libro "de verdad", con todas las de la ley, mis obras. Mi primer librito de poemas dista mucho, aún, de ser un 'libro de verdad', pero al menos no pagué un céntimo por él. De acuerdo, no se ha distribuido en ninguna librería, pero he podido regalarlo a parientes y amigos. De acuerdo, no es lo ideal, pero es un comienzo. Y lo obtuve gracias a un concurso, después de más de diez años enviando obras a concursos de toda calaña, obtuve ese primer y anhelado premio.
Pero ¿qué pasa cuando las obras ganadoras de otro concurso en el que una ha participado son sencillamente horrorosas? ¿Es un aliciente o un baldazo de agua fría en plena cara (por favor no usar aquí la palabra rostro!)? ¿Es un acicate o un 'mejor me dedico a otra cosa y chau'? Prefiero pensarlo como un desafío. El desafío de la resistencia. La absoluta resistencia al modelo o criterio literario que quieren imponer algunos, y que fomentan, quizá de modo inconsciente, lo que lo hace aún peor (aún más perverso), quienes premian bazofias como los textos ganadores del 7º concurso JunínPaís 2008.
¿Estoy sangrando por la herida porque mis maravillosas composiciones no merecieron más que una pobretona mención de honor? Ojalá fuera simplemente eso. Estoy horrorizada y compungida por el hecho de que alguien pueda pensar que 'eso' es literatura, que esos textos merecen estar impresos en letras de molde cuando les faltaba un enorme camino para llegar a un primer borrador más o menos aceptable. ¿Soy yo la única obsesionada con el rigor, el método, la corrección incesante, el pulimiento interminable, la labor limae, nulla die sine linea, etc.? No. Afortunadamente no. Afortunadamente existen otras personas con preocupaciones similares. Afortunadamente incluso personas "ajenas" al mundillo literario expresaron su asombro y disgusto ante el escaso nivel de los textos premiados.
Qué lástima que no los tengo a mano, sólo pude escucharlos en el acto de premiación realizado en la bella ciudad bonaerense de Junín (una ciudad sin colectivos de línea, sin edificios altos, sin mugre y degradación, con calles aún de empedrado, con edificios centenarios...). El poema ganador era insulso. Técnicamente irreprochable pero básicamente insulso. Es decir, no decía nada. Producía lo peor que, en mi opinión, puede producir un poema que es la pregunta "¿y?". Prefiero un millón de veces que me digan "tu poema es una mierda" a que el lector se quede ante él diciéndose "¿y con eso, qué?". Las imágenes eran trilladas, pero esto ya parece imposible de erradicar, puesto que todos estos 'poetas' son fanáticos devotos del escribir bonito y cuantos más lugares comunes ponemos, más poético es, amigos! ¿Alguna vez se percatarán todos estos escribidores que escribir una vez más lo que ya se ha dicho, escrito y leído un millón de veces no sirve de nada? ¿Que es contribuir a que la literatura sea un depósito hediondo de catarsis mal resueltas, una catarata de versitos terapéuticos escritos por amas de casa aburridas, maestras ignorantes o abogados preocupados por la situación social y la crisis financiera mundial? ¡Que escriban, si quieren, pero que no pretendan que eso es literatura, carajo!
Peor fue el caso del texto ganador en cuento. Sobre todo si partimos de la base de que ni siquiera era un cuento. Al menos lo que yo, una lectora voraz desde los quince años, una autodidacta insobornable pero también una destacada alumna de la carrera de Letras, además de poeta y escritora (una amante de la literatura, por si no quedó claro a esta altura), entiendo que es un cuento. Definiciones de cuento hay a patadas, pero cualquier lector mínimamente entrenado en el arte narrativo sabe distinguir uno de inmediato. Un cuento cuenta algo que le pasa a alguien de modo tal que no parezca el noticiero de las siete o la sección policial de Crónica. Pues bien, el texto ganador de tan importante certamen, con un premio por demás apetecible (una suma efectivo más la publicación del libro con obras propias gratis) no era más que una crónica periodística mal disfrazada de literatura, o de algo pretendidamente literario.
Yo me pregunto: ¿qué concepción de la literatura tiene entonces el jurado de ese concurso? ¿Tengo que creer que los poeñoños ganarán la partida y pronto nos veremos inundados por carradas de textos autoeditados, textos vomitivos, textos infumables, textos imbuidos del maldito espíritu del "hágalo usted mismo" que azota este nuevo milenio junto con la asquerosa corrección política que tanto detesto? ¿Es que nunca leyeron un cuento, un cuento de verdad? ¿No saben que un cuento se compone de una situación inicial, de un conflicto que cambia esa situación, de un nudo en el que se decide el rumbo y de un desenlace que puede ser abierto, cerrado, sorpresivo, inesperado, etc.? ¿No saben que agarrar una noticia del diario y ponerla en párrafos y adornarla con lugares comunes no es un cuento? ¿Conocen la diferencia entre el lenguaje informativo y el lenguaje expresivo? ¿No saben que la literatura es, ante todo, EXPRESIVA? ¿Que el lenguaje informativo es nuestro enemigo más atroz? ¿Que por eso hay que evitar los lugares comunes, las frases trilladas, lo ramplón, lo cursi, lo ideico, lo que vemos y oímos a diario?
Parece que todas estas ideas son gloriosamente desconocidas por quienes se dicen escritores, editores, jurados, etc. ¿Qué literatura quieren entonces? ¿Una literatura de noticiero, que diga exactamente lo mismo que Guillermo Andino pero sin sus ojitos celestes de muchacho bueno que nunca transgredió una ley? ¿No saben acaso del PODER de la palabra? ¿No saben que la literatura, la poesía es una forma de la subversión, de la rebelión, de la resistencia a lo anquilosado y obsoleto, de la más maravillosa anarquía? ¿No conocen la diferencia, el abismo que existe entre el diario y un cuento de Cortázar? ¿No han experimentado jamás la inefable revelación que porta un poema bien hecho, un poema verdadero, un poema nacido de las entrañas y trabajado con dedicación de orfebre hasta dejarlo reluciente como un alhaja, siempre nuevo cada vez, vivo de una vez y para siempre?
Parece que no.
De cualquier manera, no dejaré por ello de enviar obras a concursos literarios, incluso a este mismo y a cualquier otro que se me ponga a tiro, porque creo que nuestro trabajo debe ser reconocido. Que los ñoños hayan ganado esta batalla no significa que vayan a ganar la guerra.

24 de agosto de 2008

Cuando el arte necesita la explicación del artista

Fui invitada a participar con un texto publicado en poematriz (éste) en el Festival por las Mil y Una Artes, que se realizó este domingo en el centro cultural de igual nombre. Había también bandas en vivo, eléctricas y acústicas, exposición de cuadros, performances de teatro, fotografía, etc.
No deseo hacer una review de lo que vi porque no es la idea de este blog ni fui con ese espíritu, sino que deseo reflexionar sobre algo que vengo observando hace ya tiempo y que hoy volvió a aparecer frente a mis ojos. Se relaciona específicamente con la plástica, con las artes plásticas y sobre todo lo he visto con la pintura, como fue el caso hoy.
Parece que un cuadro ya no puede sostenerse por si mismo y el artista, en este caso el pintor, debe además escribir en un papel aparte qué quiso decir con el cuadro. No es la primera vez que lo veo, por eso volvió a llamarme la atención. Ejemplo gráfico: un cuadro, bastante bueno, de un ala de mariposa. Al lado, un cartelito con palabras de la autora en las que intentaba explicar qué había querido decir con eso. Algo tan banal y ñoño que ni siquiera lo retuve. Algo que el cuadro no requiere ni requeriría jamás. Yo, como espectadora, no necesito que me digan que las alas de la mariposa ahí pintadas simbolizan los sueños, la libertad o cualquier otra patraña por el estilo. Yo, si tengo ganas, sacaré mi propia conclusión al respecto. Yo, si el cuadro me moviliza, en uno u otro sentido, decidiré qué simbolizan esas alas para mí, algo que no necesariamente debe concordar con lo que el artista, supuestamente, "intentó".
¿Qué tal si Da Vinci hubiera puesto un cartelito al lado de La Gioconda diciendo "pinté a esta pelotuda para darle la única alegría de su vida" o cualquier otra cosa ajena, foránea en tanto es otro soporte, a la obra? ¿Por qué no también empezar a explicar los poemas o las novelas que escribimos con un apéndice o, mejor aún, con un menú contextual desplegable?
Ya sé: todo esto se debe al llamado "giro lingüístico", maldito giro posmoderno por el cual ya no hablamos de música, pintura o fotografía, sino de "discursos musicales", "discursos pictóricos" y así por el estilo. Y siendo una defensora acérrima y total, una laburanta de la palabra, una fanática del lenguaje, mi única religión como siempre decimos con un amigo, no me agrada en absoluto que otros lenguajes deban adoptar la lengua para expresarse o para descifrar su intención última, cuando debieran tener (lo peor es que la tienen) la fuerza suficiente para decirnos lo que quieren decirnos sin recurrir a otras ajenidades.
Si pintás, limitate a pintar y a decir todo lo que querés decir con el pincel. Si pintás y además querés escribir, me parece genial, es más te aliento a ello y a que incluso intentes fundir ambas artes, pero no quiero que me des un cuadro y al lado una explicación escrita, innecesaria e inentendible en ocasiones de "lo que quisiste hacer" o de "cómo te ves inmerso en el panorama del siglo XXI". Dejale esa ingrata tarea a los críticos, que para eso están o deberían estar (aunque también podríamos discutir cuál es su verdadera función, pero lo dejo para otro post).
Qué será lo próximo, me pregunto también. Cuál será el próximo giro, qué vuelta dará el arte (o el no-arte) esta vez...

11 de agosto de 2008

Y sin embargo...

No iba a decir nada porque siempre me persigue el sambenito de "no seas taaaaaaaaaaan autorreferencial en tus blogs, que queda feíto", pero, al carajo, lo de la autorreferencialidad como algo negativo es algo tan nocivo como creer que, en efecto, la objetividad existe y no es una gran falacia retórica y nada más. 
Esto a cuento de lo siguiente: algo me pasa con este blog. Algo negativo, quiero decir. Ya sé, se estarán preguntando ¿y a mí qué corno me importa lo que a ésta le pasa con su blog? Ya sé, pero no me importa, porque alguna causa ha de haber para que yo no pueda conectarme bien con este blog. ¿A qué llamo "conectarme bien"? A escribir con la misma fluidez y alegría con que lo hago aquí, aquí y aquí. A pesar de algunos tropiezos y traspiés, he logrado encontrarle la vuelta, el estilo y el tono a cada blog. No es el caso aquí. O tal vez sí y no me atrevo a ir a fondo. Quizá sea eso. Debe ser eso. Debe ser el último resto de corrección política que me queda, si alguna vez tuve algo de eso. Quizá deba atemperar un poco el tono beligerante y darle un poco más de aire a la reflexión, a las noticias, las novedades... No lo sé. No me termina de convencer esa opción. Sí ocuparme más de la reflexión sobre el acto poético, lo otro me parece más de lo mismo. Hay un millón de blogs en los que encontrar noticias, novedades, concursos... muy pocos en los que se pueda asistir al pensamiento vivo, ja, de un creador. 
Entonces, debo confesarles que estuve a punto de borrar, otra vez, este blog y hacer uno nuevo, pero este comportamiento tampoco me parece muy adecuado... No sé si es parte de mi neurosis o si simplemente debo seguir ese impulso y hacer el blog que siempre he querido hacer (que no es ninguno de los que tengo hasta ahora, pero que cada vez que fundé uno fue con ese espíritu y los propios blogs, los propios textos me fueron llevando por otros caminos, no sospechados y más que fructíferos). Por ejemplo, me encuentro ante la disyuntiva de postear aquí o no poemas míos. Es algo que he hecho ya en curvas y que ahora estoy haciendo en poematriz. Otro dilema es postear o no poemas de autores universales, ya que poematriz ha tomado un cariz (por sí solo, se diría, aunque sabemos que no es así) netamente femenino, que ahora no quiero que se desdibuje, lo que excluye los poemas escritos por hombres... Más todavía, está el dilema del diseño, de los colores, de las fuentes, todas cosas que nunca me terminaron de convencer en este espacio. No sé si esto les pasa a todos los bloggers o sólo a los desquiciados como yo. Help! Ay de la vida... nadie responde? diría Quevedus. 
No lo sé, insisto. Pero, entretanto, he decidido ser expeditiva y práctica como lo soy en curvas. Cuando no sé qué postear o no se me ocurre nada, recurro a las alertas de Google. Y hoy las dichas alertas, tan alabadas siempre por mí, me trajeron este regalo, que calza justo aquí y que me sirvió de excusa para exponer todos estos vaivenes que quizá debí haberme guardado o escrito en un cuadernito cualquiera, pero ya que conciernen exclusivamente a este blog... ¿qué sentido tiene esconderlos como si fueran basurita abajo de la alfombra? Precisamente, el arte, la poesía, vienen a decirnos que la basurita no se esconde debajo de la alfombra y que el precio por hacerlo es muy caro. En lo posible (siempre habrá un cadáver que ocultar, por cierto) yo ya no quiero hacerlo. 
Los dejo con estas notas, de al parecer otro rumiante, junto al link a su contexto original: 

La poesía y sin embargo - Estanislao Giménez Corte

I
Tan bien se ha dicho siempre, tan certeramente se ha explicado que no hay posibilidad alguna de definir a la poesía y sin embargo...; sin embargo, con el convencimiento de una derrota asumida de antemano, cada tanto, unos y otros, autores y lectores, insisten en caminar en derredor del término, auscultándolo, de lejos, o acercándose con desconfianza, escrutándolo, como a un alguien o un algo al que, paralelamente, se lo desea y se le teme y sin embargo...; sin embargo, terminan huyendo, creo, unos y otros, antes o después, tan áspera es la no-respuesta, tan lábil, tan inasible, tan denso el vocablo, que se disuelve, como el aire en el aire, ante la mirada entre inquisidora y aterrada, tan atabacado es el aliento que agota las arterias de los que corren detrás de la palabra ésa; la poesía, claro, no está en las definiciones y sin embargo, quizás sí esté, en parte, en las preguntas que se hacen sobre ella. 

II
No la definió Mario Trejo cuando escribió: "leo/vuelvo a ver una vieja película/hago noche en Coltrane/y estiro el brazo y acaricio a mi bella/que fuma y ahora me convida"; ni cuando: "la soledad se hizo añicos/la poesía palabras". No la definió Juan Gelman cuando escribió: "no hay centro/todo es intemperie"; ni cuando: "la poesía da forma al vacío para que éste sea posible" . No la definió Alejandra Pizarnik cuando: "el centro de un poema/es otro poema/el centro del centro/es la ausencia/mi sombra es el centro/del centro del poema". No la definió Walt Whitman cuando: "yo no hago otra cosa que escribir/una o dos palabras indicativas/para el porvenir". No la definió Antonio Machado cuando: ""dicen que el hombre no es hombre/mientras no oye su nombre/ de labios de una mujer". Ninguno, nadie ha de preciarse, nunca, de cuando... y sin embargo.

III
Tan bien, tanto, tan gravemente se puede decir que no quisieron definirla, que no pudieron, que no buscaron, que no pretendieron y sin embargo...; sin embargo, sí dulcemente, puede decirse que le pasaron cerca, de lado, que la respiraron, que la olieron, como un animal en celo a un amante inalcanzable, que la observaron desaparecer en el horizonte y volver, acaso, alguna vez, en noche, inesperadamente y sin embargo...; sin embargo, se podría decir que, en ese roce permitido, en el paso adivinado, en su cortejo inútil (no en su intelección), menos que sentido, verdad, teoría, hay belleza, restos, pedazos, migajas de belleza y sin embargo; y sin embargo... basta por favor con el maldito nexo adversativo.

30 de junio de 2008

Nuevo espacio para seguir rumiando y deleitando con poesía

Rumiantes leyentes: una servidora prosigue con su campaña pro poesía y acaba de fundar un nuevo blog (p o e m a t r i z) para que uds. puedan allí no sólo leer lo que ella produce (ya que aquí se limita a teorizar, provocar, disparar, comparar, aullar, opinar y otros etc. por el estilo) sino también lo que ella misma irá seleccionando de entre sus vastos archivos poéticos.
Por el momento, habrá poemas de otras féminas, contemporáneas, conocidas, amigas y no tanto, pero más adelante planea también publicar a finos varones del verso, tanto conocidos como amigos y reciénvenidos que valga la pena difundir por estos espacios.
Que lo disfruten y pronto volverán los posteos por aquí.
AP

14 de abril de 2008

El poeta, un ciudadano fronterizo

Así sería, según sostiene el poeta español Luis García Montero, autor de un excelente libro sobre Gustavo Adolfo Bécquer, Gigante y extraño, en el que desmitifica una a una todas las mistificaciones (todas las ñoñerías, diría yo) de que fue objeto -y aún sigue siendo- el gran poeta sevillano, anclado para siempre entre lo más cursi de lo cursi según una equivocada concepción de, precisamente, lo cursi y lo que significaba para Bécquer ser así, y no de otro modo, en aquel momento.
Aquí, un reportaje extraído de ADN, en el que Montero dice cosas que juzgo muy interesantes y por eso deseo compartirlas con los rumiadores leyentes, mientras preparo mis apuntes para hablar del curso de poesía argentina contemporánea que se está dictando en el MALBA.

Premio Nacional de Literatura, García Montero ha privilegiado un lenguaje accesible que no renuncia a la hondura. Y en lo que es toda una declaración de principios, ha descrito su obra como "un país humilde" que limita "al norte con la vanguardia juvenil, al este con la poesía social, el oeste con la retórica clásica y al sur con el mar de las letras de tango o de bolero y con las canciones de Joaquín Sabina". La poesía, dice, es asunto de ciudadanos.

-El lenguaje, y esto vale también para la poesía, es un espacio público que tiende a la comunicación. Pero no es un espacio inocente. Manipuladas, las palabras mienten y ayudan a mentir, más que a conocer y a comunicar. Ocurre con frecuencia en los discursos políticos: palabras como libertad, seguridad o democracia justifican crímenes horrorosos. O en el mercado laboral, donde en nombre de la flexibilidad casi no hay derecho a un trabajo estable o a un despido digno. Con instinto filológico, la sociedad española habla de contratos basura, un concepto que se acerca mucho más a la realidad. A eso me refiero cuando hablo de la manipulación del lenguaje, que sirve para liquidar las conciencias en vez de despertarlas.
-¿Qué puede aportar la palabra poética a este estado de cosas?
-La sociedad en que vivimos lleva a la comodidad, al esquematismo, busca un titular de impacto, la certeza. Pero en este momento de confusión, más importante que invitar a responder es invitar a preguntarse. Invitar a meditar. Hoy la lentitud es un valor de la poesía. Puede parecer un disparate estar un día entero pensando un adjetivo, pero creo que el poeta es alguien que se ha acostumbrado a pensar las cosas tres veces. Cuando nos preguntan algo, el 99 por ciento de nosotros respondemos con lugares comunes. Un segundo momento es decir ya no lo primero que se te ocurre sino lo que te conviene. Y un tercer momento es decir aquello que uno cree que debe decir, aunque genere incomprensión y antipatía. Ese es el lugar del poeta. La verdad no es un punto de partida sino de llegada.
-Ya desde el título de su libro de ensayos habla de los poetas como "los dueños del vacío".
-El tema del libro es la reivindicación de la conciencia. Utilizo el caso de Federico García Lorca, a quien se lo ha presentado como un poeta enraizado, el gran andaluz. Pero en su último libro, Diván del Tamarit , vuelve a Granada y advierte que ha perdido su infancia: el parque donde jugaba no existe y la casa donde vivía ha sido derribada. Descubre que no existen verdades esenciales porque todo está en perpetuo movimiento. Neruda y Alberti, en cambio, optan por los vínculos; no por la nostalgia sino por la solidaridad. En nombre de la libertad y de la justicia, hacen militancia comunista. Oponen a la tierra, la idea. Neruda llega a escribir una oda a la muerte de Stalin, pero va a Rusia y después de ver lo que ha hecho ese hombre escribe que Stalin ha puesto un cadáver en cada jardín de la Unión Soviética. Como se ve, ambos extremos decepcionan. Frente al vacío del ensimismamiento, de la esencia terrenal, y frente al vacío de la entrega a la idea, a la consigna, la salida es la conciencia individual, un territorio fronterizo entre ambas. Por encima de la conciencia individual no puede haber una consigna patriótica, ni una política ni una religiosa. El individuo no puede diluirse en un discurso totalitario del carácter que sea. Y esa conciencia es el territorio de la poesía.
-"Vivir es ir doblando banderas", ha escrito en un poema suyo. ¿Resultado de haber ido adentrándose en su propio vacío?
-Tiene que ver con eso. Ese verso pertenece a Habitaciones separadas , un libro de crisis, entre otros motivos por haber creído en muchos sueños que estaban desintegrándose por entonces. Tuve la tentación de expulsar los sueños de mi casa y ser muy realista. Pero quien expulsa los sueños acaba convirtiéndose en un cínico. Entonces hice un pacto conmigo mismo: no echo los sueños pero tampoco sigo durmiendo con ellos. Vamos a vivir en habitaciones separadas. Mis sueños en una cama y yo, en otra. ¿Hay desencanto en esto? Creo que no, pero el optimismo no puede renunciar a la lucidez. Volvemos a la conciencia.
-Se ha declarado poeta de la experiencia. ¿Lo dijo con ánimo provocativo?
-En la poesía española hubo un debate muy grande cuando una serie de poetas volvimos a hablar de temas de la realidad y a entender que la poesía no era la invención de un lenguaje extraño sino el tratamiento lo más riguroso posible del lenguaje de todos. Algunos, de manera un poco despreciativa, nos llamaron poetas de la experiencia, para dar la idea de que simplemente contábamos lo que nos pasaba en nuestras vidas sin preocuparnos de elaborarlo de manera literaria. Entonces yo escribí un texto que alude a las reuniones de Alcohólicos Anónimos, en las que los participantes deben confesar en público su condición. Jugué con eso para asumir mi propio vicio y me presenté en público como poeta de la experiencia.
-De todos modos, la experiencia debe ser elaborada de manera literaria.
-Claro, si el escritor quiere hablar de su vida tiene que elaborar literariamente su propia biografía para convertirla en experiencia estética. No es lo mismo el yo biográfico que el personaje literario. En la configuración de ese personaje es tan importante lo que uno pone de sí mismo como lo que borra.
-También le ha interesado la poesía amorosa.
-Seguí a Antonio Machado, que decía que los sentimientos son tan históricos como los hechos públicos, porque la forma de estar enamorado pertenece a una educación sentimental que es tan histórica como una batalla. Cuando era joven, esa reflexión me vino muy bien para hacerme entender que, incluso desde mi militancia política de entonces, la indagación en la intimidad era una forma de compromiso. La intimidad es un territorio ideológico. Escribir poesía amorosa es lo más difícil del mundo. Existen todos los peligros.
-¿Por ejemplo?
-La cursilería, creer que la poesía es un desahogo. Cuando uno está enamorado, cree que ese sentimiento del "yo te quiero mucho" le importa a la gente.
-Se escribe con el recuerdo del recuerdo, decía Pavese.
-A mí esa frase siempre me gustó mucho. Me recordaba a un poeta tan sentimental como Gustavo Adolfo Bécquer, que dijo: "Cuando siento, no escribo". Incluso el canalla de Bécquer, para amenaza de todos los poetas, escribió una carta a una mujer en que le dice que cuando un poeta te escribe un buen poema de amor, hay que desconfiar de sus sentimientos. Cuando escribí Completamente viernes , un libro de amor, acudí a toda la tradición poética amorosa para distanciarme de mí mismo e intentar poner en literatura lo que en ese momento era un sentimiento de pura agonía.
-¿A qué obedeció esa original definición de su poesía que incluyó en uno de sus libros?
-Quería definir mi posición fronteriza. Lo escribí en el prólogo a un libro que tenía cosas de vanguardia y homenajes a la tradición, que iba desde la reivindicación del soneto hasta el poema en prosa, y poemas de lucha política propios de mi compromiso junto con poemas de una intimidad extrema. Me interesaba definirme como un ciudadano fronterizo, que por una parte limitaba con la vanguardia y por la otra, con la tradición, porque apostar por la modernidad creyéndose que uno lo va a inventar todo es más bien ridículo. Soy catedrático de literatura, conozco la tradición, pero no quiero que la literatura huela a cerrado, a rancio. Quiero estar con los ojos abiertos en la calle y por eso me declaraba tan admirador de Garcilaso o de Ricardo Molinari como de Joaquín Sabina.
-¿Faltan lectores de poesía?
-La poesía no vende bien. Es un género que exige mucho y no están los tiempos para eso. Pero también hay responsabilidad de los propios poetas, que nos hemos dedicado a escribir para el oficio y para otros poetas. Después de muchos años instalados en la ruptura, la poesía debe estar en contacto con la realidad y la vida. Ya el mercantilismo más radical se está encargando de romperlo todo, se están liquidando las naciones, todo está en manos del mercado. Y no hay nada que se vaya pareciendo más a un poeta bohemio que un ejecutivo neoliberal: están en contra de la estabilidad, de la construcción, del trabajo seguro, y cantan al movimiento perpetuo y la destrucción. Reconozco lo importante que ha sido para la vanguardia y para el siglo XX esta óptica de radicalización romántica de la ruptura, pero creo que es momento de cambiar de perspectiva. Por eso, cuando me acerco al lenguaje, me interesa más tratarlo como un espacio público y no como el experimento donde voy a romper las palabras para llamar a la mesa, pájaro, y al pájaro, mesa.

6 de abril de 2008

Una (posible) poética

Transcribo este texto, publicado en una lista literaria (Factor Serpiente), con el debido permiso de su autor, ya que su lectura me produjo numerosas inquietudes e interrogantes. Pero antes de ir a por ellas, prefiero exponer sin más el texto, que no necesita, por cierto, demasiadas presentaciones.

LOS POEMAS ACTUALES QUE ME GENERAN REPAROS:

Los poemas plañideros que siguen usando el recurso de dirigirse a un "tú".

Los poemas poéticos.

Los poemas emotivos cuando no deben.

Los poemas que no emocionan cuando deben.

Los poemas afectivos sin pudor.

Los poemas pudorosos sin afecto.

Los poemas recostados en la adjetivación.

Los poemas que dejan ver el esfuerzo del que los escribe.

Los poemas pasibles de ser recitados, o que delatan la voluntad recitativa de su autor.

Los poemas que hablan directamente de su objeto.

Los poemas escritos con expectativas.

Los poemas cuyas entrelíneas no dicen nada.

Los poemas que no respiran.

Los poemas que no producen misterio alguno.

Los poemas escritos desde la cultura general.

Los poemas que luego de un hallazgo, decaen sin remedio.

Los poemas tediosos.

Los poemas pretenciosos.

Los poemas afanosamente cálidos.

Los poemas deliberadamente fríos.

Los poemas obvios.

Los poemas innecesarios.

Los poemas superabundantes.

Los poemas de las personas normales que quieren dejar de serlo.

Los poemas de las personas aburridas que quieren dejar de estarlo.

Los poemas de los que no toman riesgos.

Los poemas de los que no entienden que es tomar riesgos.

Los poemas escritos para agradar.

Los poemas escritos para impresionar.

Los poemas que no deliran en el momento justo.

Los poemas de los que no son poetas, y no lo saben.

Miguel Ruibal

Lo más llamativo del caso no es tanto el interrogante que queda flotando tras leer esto (es decir, ¿qué poesía queda entonces? ¿queda algo pasible de ser llamado poesía si se evitaran cuidadosamente todos estos reparos? Quizá sí, pero, ¿a qué precio? Me reservo esta cuestión para otro momento), sino el hecho de que quien hace estas ácidas y justas observaciones no es un poeta (al menos no se ha declarado como tal en la lista y si escribe no nos enviado sus textos) sino un fotográfo y dibujante (si pinchan aquí, verán sus fotos; si aquí, sus dibujos). ¿Acaso el provenir de otra rama de arte le permite ver con mayor objetividad los notorios vicios de los que adolesce buena parte de la poesía que se escribe hoy día (y de la que, quizá, se escribió siempre?). ¿Acaso tener otras herramientas de trabajo, otra forma de hacer arte le permite a Ruibal una nitidez que a quienes estamos inmersos en el "devenir poético" nos es vedada? Tal vez.
Tal vez alejarse y mirar con perspectiva sea la clave. Sin endiosamientos rídiculos. Sin suponer que lo que hacemos es genial por el mero hecho de hacerlo. O mejor dicho: es genial mientras lo hacemos pero una vez hecho habremos de tener la suficiente valentía para o bien descartarlo por cursi, remanido, gastado, trillado, mil veces visto o bien para seguir trabajándolo con la esperanza de hacer brillar la gema que suponemos (y deseamos ardientemente) allí escondida. Éste es el paso que los poeñoños se saltan con su candor irresoluto: si es cursi o trillado, no importa; mejor, es su razonamiento, le va a gustar a más gente (claro, a la gente que no lee poesía "de verdad" -qué mal suena esto pero no encuentro otra manera de decirlo en este momento- y que sólo se alimenta de la cursilería ñoña al uso que nos quieren vender como 'poesía'); por otro lado, si hay, hubiera o hubiese una gema, por pequeña que fuera, escondida en sus pobres versos, tampoco están dispuestos a hallarla, mucho menos a frotarla hasta que entregue todos los brillos y esplendores posibles, porque la poesía, ese sacrosanto producto del "corazón", "no se corrige" (este argumento en ocasiones se refuerza con la invocación a alguna supuesta figura de autoridad, i. e., "Neruda/Benedetti/o cualquier otro poeta reverenciado por los poeñoños no corrigen"; dislate grande como una casa, y fácilmente rebatible, pero vaya usted a convencerlos de que sus dioses poéticos corrigen como cualquier poeta o artista que se precie de tal a los poeñoños!).
Tal vez tener a la vista los reparos de Ruibal no sea desatinado. No al momento de escribir, sino después, al momento de corregir. Y acaso fabricar nuestra propia lista de reparos tampoco sea desatinado, sino que, por el contrario, podría funcionar como una brújula para los momentos en que el élan poético nos arrastra con su vendaval y perdemos la noción de donde estamos, cosa que suele ocurrir con frecuencia. Como le decía yo a Ruibal en mi pedido de autorización para usar su texto, "lo que me genera reparos a mí es qué poemas quedan una vez que eliminamos todos estos... sin embargo a mí también me generan reparos la mayor parte de los que citás aquí, y más todavía porque he incurrido en muchos de ellos (y calculo que sigo incurriendo) con gran asiduidad a lo largo de los años... En fin. Un poco de autocrítica nunca está de más".
Autocrítica, rigor, labor limae, corrección infinita y constante, técnica, oficio, nulla die sine linea... cucos horribles para los poetas terapéuticos, para los que se creen poetas y no lo son, para los que aún proclaman que la poesía no es literatura (será entonces brain surgery, rocket science, mecánica de los fluidos, vaya uno a saber...), para los que suponen que escribir poesía es lo mismo que soplar y hacer botellas.

26 de marzo de 2008

El ganador del Orozco no es un poeñoño

¡Bien! Me alegro.
Confieso que consideré seriamente presentarme a ese concurso de poesía (me refiero al "Premio de Poesía Olga Orozco", en cuyo jurado se encontraban, entre otros, Jorge Boccanera y el genial poeta chileno Gonzalo Rojas). Pero, como siempre, los imponderables vericuetos de mi mente más las vicisitudes de una existencia excesiva (y falsa)mente romántica hicieron que el tiempo pasara y no llegara a preparar nada... Mentira: tenía un poemario listo desde hace mucho. Podía haberlo enviado y ya. Sin tanto aspaviento, sin hacer escombro. Pero no me animé. No tuve ovarios. ¿Los tendré para la próxima edición? Ojalá.
Por eso me alegro. Porque el premio no lo ganó un poeñoño ni un detestable espontaneísta ni un versificador del año 10. Lo ganó un poeta, un vociferador, un hacedor, como dijera Borges vía los queridos griegos. Extraigo de una nota algo exigua pero buena en su brevedad algunas frases de Eugenio Mandrini (el ganador, pues) que me parece valen la pena ser leídas y tenidas en cuenta. Consultado acerca de su forma de escribir, dijo: 

"Escribo en la soledad más absoluta, fatalmente de noche en mi laboratorio, tapo la ventana con una frazada para que no haya luz porque la abrumadora realidad del nuevo día me inhabilita los conocimientos con los que escribo. También cuento con un interlocutor inventado que me lee en voz alta, porque el ojo silencioso no puede alcanzar ese espacio. A su vez, recibo de dos maneras el hecho poético: un pinchazo de alfiler, como un herpes, erupción que va a salir; o gran desasosiego como un escorpión y yo sé que algo viene. Siempre aparecen algunas palabras; para sostenerlas les pongo un título, sin él no puedo escribir porque es la capa del mago, el telón de fondo del teatro: donde se descorre aparece algo extraordinario."

Acerca de la poesía, sentenció:

"No alcanza con decir que la poesía es un oficio, ha llegado el momento de que la poesía vuelva a ser difícil, aunque hoy haya editoriales que se encarguen de recoger la hojarasca de tanta gente que escribe".

¡Bien! Mandrini es de los nuestros. Y cuando dice 'díficil' no quiere decir ni hermética ni abstrusa ni obligadamente oscura ni tampoco complicada al pedo. Quiere decir que la poesía no es una serie de versitos que riman diciendo las pavadas que flotan en la mente de cualquier espelunco o de, como bien dice, "gente que escribe", no poetas; quiere decir que lo primordial no es el facilismo ni el qué lindo, soy poeta porque rimé a con b ni mucho menos soy poeta por expulsar todo el cieno que hay en mi pobre alma y ya está, no hace falta más (en este desdén por la forma, por el cómo se dice lo que se dice se basa toda la patraña en que se sustentan y reproducen los poeñoños). Quiere decir que detrás de todo poema no sólo hay un arduo trabajo (casi se diría una lucha encarnizada con el lenguaje) sino también un pensamiento, una auténtica inquietud existencial que trasciende las fronteras de mi propia carnadura y puede hacerse carne en el otro. 
Y detrás de todo poema hay también algo que inevitablemente se escapa, que nunca se puede asir o alcanzar, que permanece inexpresado hasta el próximo intento, el próximo poema (la poesía misma, pues). Un poema límpido como el cristal no es un poema, es un informativo del estado del tiempo del alma de algún pobre diablo con ganas de ser "artista" pero no un poema, por más que esté en verso, rime y hasta esté centrado al medio. Un 'poema' límpido, explicativo, informativo, ordinario, bah, lo escribe cualquiera con más o menos pericia. Versificadores de versitos límpidos como el cristal hay a patadas. Gran parte de ellos son los que editan en editoriales piratas como Dunken et alia. Pero ¿eso es poesía, auténtica poesía lírica? ¡No!
Sigue Mandrini:

"Me inclino ante la vehemencia de la palabra de la poesía celebratoria, una poesía de carnadura lírica, poetas inmoderados. No hay poesía sin lirismo, sólo la urgencia dicta lo popular. Mis poetas necesarios son Jorge Bocannera, Jorge Aulicino y Leopoldo Castilla."

Poco más que decir. Aplausos. Vivas. Felicitaciones por el premio. Y a comprar su libro, que bien merecido lo tiene, cuando se edite.

22 de marzo de 2008

Las maquinitas en FIN

Estimados leyentes (¡si es que hay alguno por ahí!): las maquinitas han traspasado ya las fronteras de estos dos modestos blogs (viejo y nuevo rumiante) y han llegado al periódico virtual "Fin", emprendimiento de elaleph.com y el Taller de Corte y Corrección dirigido por Marcelo di Marco, al cual orgullosamente pertenezco desde diciembre del año pasado. Pasen y leánlo por allí y de paso lean el resto del periódico, of course.

AP

13 de marzo de 2008

Lo poéticamente incorrecto

¿Alguien recuerda lo que era tener una opinión? En los ríspidos y crispados tiempos que corren cualquiera que detente una opinión más o menos fundamentada y se atreva a expresarla por cualquier medio a su alcance, será tildado, de inmediato y cuando menos (y por las personas menos indicadas para), de "autoritario" o directamente "fascista". Lo he visto en este mundo virtual en el que me alojo y rumio, pero también fuera de él (aunque a veces me pregunto si existe un 'afuera' de la red, si no es que todo -pero tooooodo- está metido allí dentro). Sin embargo, es mucho más patente en los foros, grupos y listas poéticas que frecuento, ya sin el entusiasmo que supe tener antaño (salvo por mi amado Zaguán).
Es que uno se cansa. Se cansa de ser poética y políticamente correcta. Se cansa de gastar pólvora en chimangos. La pólvora, como todo lo demás, está cada vez más cara y aunque hablar es gratis, hablar con algún fundamento requiere cierta preparación, cierto nivel, cierto impulso también y todo eso sí que cuesta. Y uno, una se cansa de avivar giles. Bah, ojalá se avivaran. Son tan giles que ni de eso se dan cuenta. Están convencidos de su idiocia y nada los moverá de allí. Son como el burgués: ¡que lo van a asustar con poesías! ¡Que los voy a asustar con pedigrí universitario! Su círculo de ignorancia es tan perfecto que nada puede atravesarlo: ni un tanque ni una bala, mucho menos un pensamiento bien construido. Un pensamiento pensado y en proceso de pensarse, valga la rebuznancia.
En los últimos días cada vez que he abierto mi bocota virtual en un foro que frecuento y que años ha supe moderar (ya saben cuál, "Azul y Palabras" -¡oh, Kari! si supieras que nada ha cambiado desde que renunciamos a excepción de los insoportables saluditos-) los ignaros han desplegado, con total desparpajo, su prejuicio contra cualquier cosa que parezca más o menos ilustrada o que tenga cualquier ligero tufillo a sabihondez universitaria. Igual que en aquel momento, bah, aunque fueran otros (sucede que se reproducen a muy alta velocidad, y es entendible: ser un buen lector de poesía o ser un poeta más o menos pasable lleva mucho esfuerzo, tiempo y dedicación). Felices de no saber hilar dos frases coherentes, amparándose en bobos tiros por elevación (si supieran qué significa realmente la "Defensa de la poesía" de P. B. Shelley en el contexto del romanticismo inglés no la andarían blandiendo tan alegres), todo lo que hacen es denostar (cuando no descalificar directamente) a quien no acuerda con su ñoña manera de pensar y de ver la poesía.
Cuando el cuco universitario aparece, esa especie de Godzilla que destruye todo lo que toca, que arruina las Sublimes Esencias de la Poesia, que se atreve a Iluminar lo que debe permanecer Oscuro, que hace lugar a otros saberes para Interpretar los Sacrosantos e Intocables Textos Poéticos, los filisteos fanáticos del espontaneísmo y otras paparruchas por el estilo, los que hablan de Experiencias Inefables, Inexplicables e Imperecederas, sacan a relucir su ñoñez y proclaman idioteces tales como "la poesía no es literatura", confundiendo a ojos vista el texto poético (y como tal, dentro de lo que se considera "literatura" y no rocket science) con la eventualidad de lo poético, fenómeno de la percepción que puede producirse tanto a partir de un poema como de cualquier otro evento no textual, en tanto es una cualidad, una sensación, un estado o como queramos definirlo y por lo tanto puede residir fuera de la textualidad pura (aunque también en ella y no necesariamente confinada en un verso: ¿acaso Rayuela no es un gran y enorme poema, entendiendo poema en sentido lato, claro?).
Pobre de mí que pretendo que los felices ñoños entiendan algo así. Pobre la universidad pública, gratuita y estatal que me dio armas y conocimientos para poder decir esto sin temor a equivocarme o a incurrir en un dislate fenomenal como la mayoría de las cosas que entran día a día en mi pobrecita inbox. Pero, más bien, pobres ellos que se arrogan el derecho de cerrar la puerta al debate y el disenso no sólo descalificando al adversario, recurriendo a lo más bajo de la polemología, sino adornándolo todo con frases vacuas, hueras, carentes de todo sustento, que obturan el paso de cualquier luz, por ínfima que sea.
Me dijo un poeta y fotográfo amigo hace poco: "usted quiere iluminar pero encandila". Puede ser. ¡Que se encandilen de una vez por todas! ¡Ya me hartaron con tanta estupidez! Francamente, como dijera ya Catulo, me importa un bledo. La poesía es una fuente universal e inagotable y el único crítico literario que dirimirá todas estas cuestiones es el Tiempo. A él encomiendo yo mis obras. Él dirá. No yo. Muchos menos ellos.
Resumiendo: si usted tiene una opinión fundamentada en argumentos bien elaborados (pasibles, desde luego, de ser discutidos como tales) y tiene ganas de expresarla, lo mejor que puede hacer es fundar un blog y mandar a la mierda y cagarse en todos los envidiosos pelotudos que enseguida levantarán su dedo virtual y le dirán: ¡Autoritario! ¿Cómo se te ocurre tener una opinión diferente a la mía? ¡Fascista! ¿Cómo vas a mezclar la pulcra poesía con esa sucia puta de la universidad! ¡Cuidado, es un terrorista y está a punto de lanzar una opinión! ¡Masácrenlo! ¡Nazi! ¿Cómo vas a decir que lo que estás diciendo ya lo dijo Williams? ¿No tenés pensamiento propio? (los que no lo tienen son ellos, pero jamás lo admitirán, rumiador leyente) ¡Loco, insano! ¡La espontaneidad ante todo! ¡El sentimiento y nada más! ¡Fuera técnica, fuera reglas! ¿La poesía un dispositivo textual? ¡Pobre de vos! ¡Se ve que nunca leíste nada! (esto se lo dicen a alguien que lee y traduce poesía en varios idiomas) ¡Cómo se ve que no sabés nada de poesía! (esto se lo dicen a alguien que escribe desde los 15 años y ya va a cumplir 34) ¡No tenés nada que decir y te escudás en esas palabras complicadas! (claro, como nunca estuvieron en contacto con la teoría literaria, todo les parece abstruso; lo bien que les vendría primero aprender a escribir con alguna corrección, luego con alguna felicidad y más luego cultivarse un poco, aunque más no fuera un poco) y así por el estilo.
Esto es lo poéticamente correcto según los eventos consuetudinarios de la web: escribir idioteces de prescolar, ignorar todo lo que provenga de una fuente más o menos ilustrada y ampararse en supuestras trascendentalidades que nadie trascienden. Pues en mi opinión: ¡viva lo poéticamente incorrecto!

AP

9 de marzo de 2008

De los peligros de la idealización o el complemento perfecto de las maquinitas poéticas

Gombrowicz, ironista fino y salvaje, más argentino que polaco, y un texto que da por tierra con muchos lugares comunes y entrega, en medio de tanta mediocridad y medianía, un soplo de aire fresco, un poco de oxígeno, con una mordacidad que ya quisiera tener yo en la escritura y en la vida. Leánlo, no tiene desperdicio, es el mejor argumento-armamento contra los poeñoños y también un aviso de caminantes para aquellos que no somos o creemos ingenuamente no serlo.

Contra los poetas -  Witold Gombrowicz

Sería más delicado por mi parte no turbar uno de los pocos rituales que aún nos quedan. Aunque hemos llegado a dudar de casi todo, seguimos practicando el culto a la Poesía y a los Poetas, y es probablemente la única Deidad que no nos avergonzamos de adorar con gran pompa, con profundas reverencias y con voz altisonante,¡Ah, Shelley! ¡Ah, Stowacki! ¡Ah, la palabra del Poeta, la misión del Poeta y el alma del Poeta! Y, sin embargo, me veo obligado a abalanzarme sobre estas oraciones y, en la medida de mis posibilidades, estropear este ritual en nombre..., sencillamente en nombre de una rabia elemental que despierta en nosotros cualquier error de estilo, cualquier falsedad, cualquier huida de la realidad. Pero ya que emprendo la lucha contra un campo particularmente ensalzado, casi celestial, debo cuidar de no elevarme yo mismo como un globo y de no perder la tierra firme bajo mis pies.
Supongo que la tesis del presente ensayo: que a casi nadie le gustan los versos y que el mundo de la poesía en verso es un mundo ficticio y falseado, puede parecer tan atrevida como poco seria. Y sin embargo, yo me planto ante vosotros y declaro que a mí los versos no me gustan en absoluto y hasta me aburren. Me diréis quizá que soy un pobre ignorante. Pero, por otra parte, llevo mucho tiempo trabajando en el arte y su lenguaje no me resulta del todo ajeno. Tampoco podéis utilizar contra mí vuestro argumento preferido afirmando que no poseo sensibilidad poética, porque precisamente la poseo y en gran cantidad, y cuando la poesía se me aparece no en los versos, sino mezclada con otros elementos más prosaicos, por ejemplo, en los dramas de Shakespeare, en la prosa de Dostoyevski o Pascal, o sencillamente con ocasión de una corriente puesta de sol, me pongo a temblar como los demás mortales. ¿Por qué, entonces, me aburre y me cansa ese extracto farmacéutico llamado «poesía pura», sobre todo cuando aparece en forma rimada? ¿Por qué no puedo soportar ese canto monótono, siempre sublime, por qué me adormece ese ritmo y esas rimas, por qué el lenguaje de los poetas se me antoja el menos interesante de todos los lenguajes posibles, por qué esa Belleza me resulta tan poco seductora y por qué no conozco nada peor en cuanto estilo, nada más ridículo, que la manera en que los Poetas hablan de sí mismos y de su Poesía?
Pero yo tal vez estaría dispuesto a reconocer una particular carencia mía en este sentido..., si no fuera por ciertos experimentos..., ciertos experimentos científicos... ¡Qué maldición para el arte, Bacori! Os aconsejo que no intentéis jamás realizar experimentos en el terreno del arte, ya que este campo no lo admite; toda la pomposidad sobre el tema es posible sólo a condición de que nadie sea tan indiscreto como para averiguar hasta qué punto se corresponde con la realidad. Vaya cosas que veríamos si nos pusiéramos a investigar, por ejemplo, hasta qué punto una persona que se embelesa con Bach tiene derecho de embelesarse con Bach, esto es, hasta qué punto es capaz de captar algo de la música de Bach. ¿Acaso no he llegado a dar (pese a que no soy capaz de tocar en el piano ni siquiera «Arroz con leche»), y no sin éxito, dos conciertos? Conciertos que consistían en ponerme a aporrear el instrumento, tras haberme asegurado el aplauso de unos cuantos expertos que estaban al corriente de mi intriga y tras anunciar que iba a tocar música moderna. Qué suerte que aquellos que discurren sobre el arte con el grandilocuente estilo de Valéry no se rebajan a semejantes confrontaciones. Quien aborda nuestra misa estética por este lado podrá descubrir con facilidad que este reino de la aparente madurez constituye justamente el más inmaduro terreno de la humanidad, donde reina el bluff, la mistificación; el esnobismo, la falsedad y la tontería. Y será muy buena gimnasia para nuestra rígida manera de pensar imaginarnos de vez en cuando al mismo Paul Valéry como sacerdote de la Inmadurez, un cura descalzo y con pantalón corto.
He realizado los siguientes experimentos: combinaba frases sueltas o fragmentos de frases, construyendo un poema absurdo, y lo leía ante un grupo de fieles admiradores como una nueva obra del vate, suscitando el arrobamiento general de dichos admiradores; o bien me ponía a interrogarles detalladamente sobre este o aquel poema, pudiendo así constatar que los «admiradores» ni siquiera lo habían leído entero. ¿Cómo es eso? ¿Admirar tanto sin siquiera leerlo hasta el final? ¿Deleitarse tanto con la «precisión matemática» de la palabra poética y no percatarse de que esta precisión está puesta radicalmente patas arriba? ¿Mostrarse tan sabihondos, extenderse tanto sobre estos temas, deleitarse con no sé qué sutilidades y matices, para al mismo tiempo cometer pecados tan graves, tan elementales? Naturalmente, después de cada uno de semejantes experimentos había grandes protestas y enfados, mientras los admiradores juraban y perjuraban que en realidad las cosas no son así..., que no obstante...; pero sus argumentos nada podían contra la dura realidad del Experimento.
Me he encontrado, pues, frente al siguiente dilema: miles de hombres escriben versos; centenares de miles admiran esta poesía; grandes genios se han expresado en verso; desde tiempos inmemorables el Poeta es venerado, y ante toda esta montaña de gloria me éncuentro yo con mi sospecha de que la misa poética se desenvuelve en un vacío total. Ah, si no supiera divertirme con esta situación, estaría seguramente muy aterrorizado. A pesar de esto, mis experimentos han fortalecido mis ánimos, y ya con más valor me he puesto a buscar respuesta a esta cuestión atormentadora: ¿por qué no me gusta la poesía pura? ¿Por qué? ¿No será por las mismas razones por las que no me gusta el azúcar en estado puro? El azúcar sirve para endulzar el café y no para comerlo a cucharadas de un plato como natillas. En la poesía pura, versificada, el exceso cansa: el exceso de palabras poéticas, el exceso de metáforas, el exceso de sublimación, el exceso, por fin, de la condensación y de la depuración de todo elemento antipoético, lo cual hace que los versos se parezcan a un producto químico.
El canto es una forma de expresión muy solemne... Pero he aquí que a lo largo de los siglos el número de cantores se multiplica, y estos cantores al cantar tienen que adoptar la postura de cantor, y esta postura con el tiempo se vuelve cada vez más rígida. Y un cantor excita al otro, uno consolida al otro en su obstinado y frenético canto; en fin, que ya no cantan más para las multitudes, sino que uno canta para el otro; y entre ellos, en una rivalidad constante, en un continuo perfeccionamiento del canto, surge una pirámide cuya cumbre alcanza los cielos y a la que admiramos desde abajo, desde la tierra, levantando las narices hacia arriba. Lo que iba a ser una elevación momentánea de la prosa se ha convertido en el programa, en el sistema, en la profesión, y hoy en día se es Poeta igual que se es ingeniero o médico. El poema nos ha crecido hasta alcanzar un tamaño monstruoso, y ya no lo dominamos nosotros a él, sino él a nosotros. Los poetas se han vuelto esclavos, y podríamos definir al poeta como un ser que no puede expresarse a sí mismo, porque tiene que expresar el Verso.
Y, sin embargo, no puede haber probablemente en el arte cometido más importante que justamente éste: expresarse a sí mismo. Nunca deberíamos perder de vista la verdad que dice que todo estilo, toda postura definida, se forma por eliminación y en el fondo constituye un empobrecimiento. Por tanto, nunca deberíamos permitir que alguna postura redujera demasiado nuestras posibilidades convirtiéndose en una mordaza, y cuando se trata de una postura tan falsa, es más, casi pretenciosa, como la de un «cantor», con más razón deberíamos andarnos con ojo. Pero nosotros, hasta ahora, en lo que al arte se refiere, dedicamos mucho más esfuerzo y tiempo a perfeccionarnos en uno u otro estilo, en una u otra postura, que a mantener ante ellos una autonomía y libertad interiores, y a elaborar una relación adecuada entre nosotros y nuestra postura. Podría parecer que la Forma es para nosotros un valor en sí mismo, independientemente del grado en que nos enriquece o empobrece. Perfeccionamos el arte con pasión, pero no nos preocupamos demasiado por la cuestión de hasta qué punto conserva todavía algún vínculo con nosotros. Cultivamos la poesía sin prestar atención al hecho de que lo bello no necesariamente tiene que «favorecernos». De modo que si queremos que la cultura no pierda todo contacto con el ser humano, debemos interrumpir de vez en cuando nuestra laboriosa creación y comprobar si lo que creamos nos expresa.
Hay dos tipos contrapuestos de humanismo: uno, que podríamos llamar religioso, trata de echar al hombre de rodillas ante la obra de la cultura humana, nos obliga a adorar y a respetar, por ejemplo, la Música o la Poesía, o el Estado, o la Divinidad; pero la otra corriente de nuestro espíritu, más insubordinada, intenta justamente devolverle al hombre su autonomía y su libertad con respecto a estos Dioses y Musas que, al fin y al cabo, son su propia obra. En este último caso, la palabra «arte» se escribe con minúscula. Es indudable que el estilo capaz de abarcar ambas tendencias es más completo, más auténtico y refleja con más exactitud el carácter antinómico de nuestra naturaleza que el estilo que con un extremismo ciego expresa solamente uno de los polos de nuestros sentimientos. Pero, de todos los artistas, los poetas son probablemente los que con más ahínco se postran de hinojos -rezan más que los otros-, son sacerdotes par excellence y ex professio, y la Poesía así planteada se convierte sencillamente en una celebración gratuita. Justamente es esta exclusividad lo que hace que el estilo y la postura de los poetas sean tan drásticamente insuficientes, tan incompletos.
Hablemos un momento más sobre el estilo. Hemos dicho que el artista debe expresarse a sí mismo. Pero, al expresarse a sí mismo, también tiene que cuidar que su manera de hablar esté acorde con su situación real en el mundo, debe expresar no solamente su actitud ante el mundo, sino también la del mundo ante él. Si siendo cobarde, adopto un tono heroico, cometo un error de estilo. Pero si me expreso como si fuera respetado y querido por todo el mundo, mientras en realidad los hombres ni me aprecian ni me tienen simpatía, también cometo un error de estilo. Si, en cambio, queremos tomar conciencia de nuestra verdadera situación en el mundo, no podemos eludir la confrontación con otras realidades diferentes de la nuestra. El hombre formado únicamente en el contacto con hombres que se le parecen, el hombre que es producto exclusivo de su propio ambiente, tendrá un estilo peor y más estrecho que el hombre que ha vivido en ambientes diferentes y ha convivido con gente diversa. Ahora bien, en los poetas irrita no sólo esa religiosidad suya, no compensada por nada, esa entrega absoluta a la Poesía, sino también su política de avestruz en relación con la realidad: porque ellos se defienden de la realidad, no quieren verla ni reconocerla, se abandonan expresamente a un estado de ofuscamiento que no es fuerza, sino debilidad.
¿Es que los poetas no crean para los poetas? ¿Es que no buscan únicamente a sus fieles, es decir, a hombres iguales a ellos? ¿Es que estos versos no son producto exclusivo de un hombre determinado y restringido? ¿Es que no son herméticos? Obviamente, no les reprocho el que sean «difíciles», no pretendo que escriban «de manera comprensible para todos» ni que sean leídos en las casas campesinas pobres. Sería igual a pretender que voluntariamente renunciaran a los valores más esenciales, como la conciencia, la razón, una mayor sensibilidad y un conocimiento más profundo de la vida y del mundo, para bajar a un nivel medio; ¡oh, no, ningún arte que se respete lo aceptaría jamás! Quien es inteligente, sutil, sublime y profundo debe hablar de manera inteligente, sutil y profunda, y quien es refinado debe hablar de un modo refinado, porque la superioridad existe, y no para rebajarse. Por tanto, no es malo que los versos contemporáneos no sean accesibles a cualquiera, lo que sí es malo es que hayan surgido de la convivencia unilateral y restringida de unos mundos y tinos hombres idénticos. Al fin y al cabo, yo mismo soy un autor que defiende obstinadamente su propio nivel, pero al mismo tiempo (lo digo para que no se me eche en cara que practico un género que combato), mis obras ni por un momento se olvidan de que fuera de mi mundillo existen otros mundos. Y si no escribo para el pueblo, no obstante escribo como alguien amenazado por el pueblo o dependiente del pueblo, o creado por el pueblo. Tampoco se me ha pasado nunca por la cabeza adoptar una pose de «artista», de «escritor», de creador maduro y reconocido, sino que ; precisamente represento el papel de candidato a artista, de aquel que sólo desea ser maduro, en una incesante y encarnizada lucha con todo lo que frena mi desarrollo. Y mi arte se ha formado no en contacto con un grupo de gente afín a mí, sino precisamente en relación y en '' contacto con el enemigo.
¿Y los poetas? ¿Acaso puede salvarse el poema de un poeta si cae en manos no de un amigo-poeta, sino de un enemigo, un no-poeta? Como cualquier otra expresión, un poema debería ser concebido y realizado de manera que no deshonrara a su propio creador, ni siquiera en el caso de que no tuviese que gustar a nadie. Más aún, es preciso que los poemas no deshonren al creador ni siquiera en el caso de que a él mismo no le gusten. Porque ningún poeta es exclusivamente poeta, y en cada poeta vive un no-poeta que no canta y a quien no le gusta el canto...; el hombre es algo más vasto que el poeta. El estilo surgido entre los adeptos de una misma religión muere en contacto con la multitud de infieles; es incapaz de defenderse y de luchar; es incapaz de vivir una verdadera vida; es un estilo estrecho.Permitidme que os muestre la siguiente escena... Imaginémonos que en un grupo de más de diez personas una de ellas se levanta y se pone a cantar. Su canto aburre a la mayoría de los oyentes; pero el cantante no quiere darse cuenta de ello; no, él se comporta como si encantara a todo el mundo; pretende que todos caigan de rodillas ante esa Belleza, exige un reconocimiento incondicional a su papel de Vate; y aunque nadie le da mayor importancia a su canto, él adopta una expresión como si su palabra tuviera un significado decisivo para el mundo; lleno de fe en su Misión Poética lanza anatemas, truena, se agita en un vacío; pero, es más, no quiere reconocer ante la gente ni ante sí mismo que este canto le aburre hasta a él, le atormenta y le irrita, puesto que él no se expresa de una manera desenvuelta, natural ni directa, sino en una forma heredada de otros poetas, una forma que perdió hace tiempo el contacto con la directa sensibilidad humana; y así no sólo canta la Poesía, sino que también se embelesa con la Poesía; siendo Poeta, adora la grandeza y la importancia del Poeta; no sólo pretende que los demás caigan de rodillas ante él, sino que él mismo cae de rodillas ante sí mismo. ¿No podría decirse de ese hombre que ha decidido llevar un peso excesivo sobre sus espaldas? Puesto que no sólo cree en la fuerza de la poesía, sino que se obliga a sí mismo a esta fe, no sólo se ofrece a los demás, sino que los obliga a que reciban este don divino como si fuera una hostia. En un estado espiritual tan hermético, ¿dónde puede surgir una grieta por la cual desde el exterior pudiese penetrar la vida? Y al fin y al cabo no hablamos aquí de un cantor de tercera fila, no, todo esto también se refiere a los poetas más célebres, a los mejores.
Si al menos el poeta supiera tratar su canto como una pasión, o como un rito, si al menos cantara como los que tienen que cantar, aun sabiendo que cantan en el vacío. Si en lugar de un orgulloso «yo, Poeta» fuese capaz de pronunciar estas palabras con vergüenza o con temor... o hasta con repulsión... ¡Pero no! ¡El Poeta tiene que adorar al Poeta!
Esta impotencia ante la realidad caracteriza de manera contundente el estilo y la postura de los poetas. Pero el hombre que huye de la realidad ya no encuentra apoyo en nada..., se convierte en juguete de los elementos. A partir del momento en que los poetas perdieron de vista al ser humano concreto para fijar la mirada en la Poesía abstracta, ya nada pudo frenarlos en la pendiente que conducía directamente al precipicio del absurdo. Todo empezó a crecer espontáneamente. La metáfora, privada de cualquier freno, se desencadenó hasta tal punto que hoy en los versos no hay más que metáforas. El lenguaje se ha vuelto ritual: esas «rosas», esos «ocasos», esas «añoranzas» o esos «dolores», que antaño poseían cierto frescor, a causa de un uso excesivo se han convertido en sonidos vacíos; y esto mismo se refiere a los más modernos «semáforos» y demás «espirales». El estrechamiento del lenguaje va acompañado del estrechamiento del estilo, lo cual ha provocado el que hoy en día los versos no sean más que una docena de «vivencias» consagradas, servidas en insistentes combinaciones de un vocabulario mísero. A medida que el Estrechamiento se iba volviendo cada vez más Estrecho, también la Belleza no frenada por nada se volvía cada vez más Bella, la Profundidad cada vez más Profunda, la Nobleza cada vez más Noble, la Pureza cada vez más Pura. Si por un lado el verso, privado de frenos, se ha hinchado hasta alcanzar las dimensiones de un poema gigantesco (similar a una selva conocida de verdad sólo por unos cuantos exploradores), por otro lado empezó a condensarse reduciéndose a un tamaño ya demasiado sintético y homeopático. Asimismo se empezó a hacer descubrimientos y experimentos con cara de ser los únicos enterados; y, repito, ya nada es capaz de frenar esta aburrida orgía. Porque no se trata aquí de la creación de un hombre pare otro hombre, sino de un rito celebrado ante un altar. Y por cada diez versos, habrá al menos uno dedicado a la adoración del Poder de la Palabra Poética o a la glorificación de la vocación del Poeta.
Convengamos que estos síntomas patológicos no son propios únicamente de los poetas. En la prosa esta postura religiosa también ha hecho grandes estragos, y si tomamos por ejemplo obras como La muerte de Virgilio, de Broch, Ulises o algunas obras de Kafka, experimentamos la misma sensación: que la «eminencia» y la «grandeza» de estas obras se realizan en el vacío, que pertenecen a estos libros que todo el mundo sabe que son grandes..., pero que de algún modo nos resultan lejanos, inaccesibles y fríos..., puesto que fueron escritos de rodillas y con el pensamiento puesto no en el lector, sino en el Arte o en otra abstracción. Esta prosa surgió del mismo espíritu que ilumina a los poetas, e indudablemente, por su esencia, es «prosa poética».
Si dejamos aparte las obras y nos ocupamos de las personas de los poetas y del mundillo que estas personas crean con sus fieles y sus acólitos, nos sentiremos aún más sofocados y aplastados. Los poetas no sólo escriben 'para los poetas, sino que también se alaban mutuamente y mutuamente se rinden honores unos a otros. Este mundo, o mejor dicho, este mundillo, no difiere mucho de otros mundillos especializados y herméticos: los ajedrecistas consideran el ajedrez como la cumbre de la creación humana, tienen sus jerarquías, hablan de Capablanca con el mismo sentimiento religioso que los poetas de Mallarmé, y uno confirma al otro en la convicción de su propia importancia. Pero los ajedrecistas no pretenden tener un papel tan universal, y lo que después de todo se puede perdonar a los ajedrecistas, se vuelve imperdonable en el caso de los poetas. Como consecuencia de semejante aislamiento, todo aquí se hincha, y hasta los poetas mediocres se hinchan de manera apocalíptica, mientras problemas insignificantes cobran una importancia desorbitada. Recordemos, por ejemplo, las tremendas polémicas acerca del tema de las asonancias, y el tono en que se discutía esta cuestión: parecía entonces que el destino de la humanidad dependiera de si era lícito rimar de forma asonante. Es lo que ocurre cuando el espíritu del gremio llega a dominar al espíritu universal.
Otro hecho no menos vergonzoso es la cantidad de poetas. A todos los excesos mencionados más arriba, hay que añadir el exceso de vates. Estas cifras ultrademocráticas hacen explotar desde dentro la orgullosa y aristocrática fortaleza poética; realmente resulta bastante divertido verlos a todos juntos en un congreso: ¡qué multitud de seres más peculiares! Pero ¿es que el arte que se celebra en el vacío no es el terreno ideal para aquellos que justamente no son nadie, cuya personalidad vacía se desahoga encantada en esas formas limitadas? Y lo que ya es verdaderamente ridículo son esas críticas, esos articulillos, aforismos y ensayos que aparecen en la prensa sobre el tema de la poesía. Eso sí que es vanilocuencia, una vanilocuencia pomposa y tan ingenua, tan infantil, que uno no puede creer que hombres que se dedican a escribir no perciban la ridiculez de semejante publicística. Hasta ahora no han comprendido esos estilistas que de la poesía no se puede escribir en tono poético, por lo que sus gacetillas están repletas de semejantes elucubraciones poetizantes. También es muy grande la ridiculez que acompaña los recitales, concursos y manifiestos, pero supongo que no vale la pena extenderse más sobre ello.
Creo haber explicado más o menos por qué la poesía en verso no me seduce. Y por qué los poetas -que se han entregado totalmente a la Poesía y han sometido a esta Institución toda su existencia, olvidándose de la existencia del hombre concreto y cerrando los ojos a la realidad- se encuentran (desde hace siglos) en una situación catastrófica. A pesar de las apariencias de triunfo. A pesar de toda la pompa de esta ceremonia.
Pero aún tengo que refutar cierta acusación.
El simplismo inusitado con que se defienden los poetas (por lo general, hombres nada tontos, aunque ingenuos) cuando se ataca su arte, sólo se puede explicar por una ceguera voluntaria. Muchos de ellos buscan salvarse argumentando que escriben versos por placer, como si todo su comportamiento no desmintiese semejante afirmación. Los hay que sostienen con toda seriedad que escriben para el pueblo y que sus rebuscados jeroglíficos constituyen el alimento espiritual de las almas sencillas. No obstante, todos creen con firmeza en la resonancia social de la poesía, y desde luego les será difícil comprender cómo se les puede atacar desde este lado. Dirán: –¡Cómo! ¿Acaso puede usted dudar? ¿Es que no ve usted las multitudes que asisten a nuestros recitales? ¿La cantidad de ediciones que consiguen nuestros volúmenes? ¿Los estudios, los artículos, las disertaciones publicados sobre nosotros? ¿La admiración que rodea a los poetas famosos? Es usted precisamente quien no quiere ver las cosas como son...
¿Qué les contestaré? Que todo esto no son más que ilusiones. Es cierto que a los recitales van multitudes, pero también es cierto que incluso un oyente muy culto no es capaz en absoluto de comprender un poema declamado en un recital. Cuántas veces he asistido a estas aburridas sesiones, en que se recitaba un poema tras otro, cuando cada uno de ellos tendría que ser leído con la máxima atención al menos tres veces para poder descifrar por encima su contenido. En cuanto a las ediciones, sabemos que se compran miles de libros para no ser leídos jamás. Sobre la poesía escriben, como ya hemos dicho, los poetas. ¿Y la admiración? ¿Es que los caballos en las carreras no despiertan todavía más interés? Pero ¿qué tiene que ver la afición deportiva con que asistamos a toda clase de rivalidades y todas las ambiciones -nacionales u otras- que acompañan a estas carreras, qué tiene que ver todo esto con una auténtica emoción artística? Sin embargo, semejante respuesta, aunque justa, no sería suficiente. El problema de nuestra convivencia con el arte es mucho más profundo y difícil. Y es indudable, al menos a mi parecer, que si queremos entender algo de él, debemos romper totalmente con esta idea demasiado fácil de que «el arte nos encanta» y que «nos deleitamos con el arte». No el arte nos encanta sólo hasta cierto punto, mientras que los placeres que nos proporciona son más bien dudosos... Y ¿acaso puede ser de otra manera, si la convivencia con el gran arte es una convivencia con hombres maduros, de horizontes más vastos y sentimientos más fuertes? No nos deleitamos, más bien tratamos de deleitarnos..., y no comprendemos..., sino que tratamos de comprender...
Qué superficial es el pensamiento para el cual este fenómeno complicado se reduce a una simple fórmula: el arte encanta porque es bello.
–Oh, hay tantos esnobs..., pero yo no soy un esnob, yo reconozco con franqueza cuando algo no me gusta –dice esta ingenuidad y le parece que con esto todo queda arreglado.
Sin embargo, podemos percibir aquí claramente unos factores que no tienen nada que ver con la estética. ¿Pensáis que si en la escuela no nos hubiesen obligado a extasiarnos con el arte, tendríamos por él, más tarde, tanta admiración, una admiración que nos viene dada? ¿Creéis que si toda nuestra organización cultural no nos impusiera el arte, nos interesaríamos tanto por él? ¿No será nuestra necesidad de mito, de adoración, lo que se desahoga en esta admiración nuestra, y no será que al adorar a los superiores, nos ensalzamos a nosotros mismos? Pero ante todo, estos sentimientos de admiración y de éxtasis, ¿surgen «de nosotros» o «entre nosotros»? Si en un concierto estalla una salva de aplausos, eso no quiere decir en absoluto que cada uno de los que aplauden esté entusiasmado. Un tímido aplauso provoca otro, se excitan mutuamente, hasta que por fin se crea una situación en que cada uno tiene que adaptarse interiormente a esta locura colectiva. Todos «se comportan» como si estuvieran entusiasmados, aunque «verdaderamente» nadie está entusiasmado, al menos no hasta tal punto.
Sería, pues, un error, una ingenuidad lastimosa, pretender que la poesía, o cualquier otro arte, fuera, sencillamente, fuente de placer humano. Y si desde este punto de vista observamos el mundo de los poetas y de sus admiradores, entonces todos sus absurdos y ridiculeces parecerán justificados: pues al parecer tiene que ser así, y está acorde con el orden natural de las cosas, que el arte, igual que el entusiasmo que despierta, sea más bien producto del espíritu colectivo que no una reacción espontánea del individuo.
Y, sin embargo, no. Sin embargo, tampoco este planteamiento logrará salvar a los poetas, ni proporcionar los colores de la vida y de la realidad a su poesía. Porque si la realidad es precisamente así, ellos no se dan cuenta. Para ellos todo sucede de una manera simple: el cantante canta, y el oyente, entusiasmado, escucha. Está claro que si fuesen capaces de reconocer estas verdades y sacar de ellas todas sus consecuencias, tendría que cambiar radicalmente su misma actitud hacia el canto. Pero podéis estar tranquilos: jamás nada cambiará entre los poetas. Y no os hagáis ilusiones de que ante estas fuerzas colectivas que nos falsean nuestra percepción individual muestren una voluntad de resistencia al menos para que el arte no sea una ficción y una ceremonia, sino una verdadera coexistencia del hombre con el hombre. ¡No, estos monjes prefieren postrarse!
¿Monjes? Eso no quiere decir que yo sea adversario de Dios o de sus numerosas órdenes religiosas. Pero incluso la religión muere desde el momento en que se convierte en un rito. Realmente, sacrificamos con demasiada facilidad en estos altares la autenticidad y la importancia de nuestra existencia.

Texto extraído del ANEXO del Diario 1.

Tomado de http://tijuana-artes.blogspot.com/2006/06/contra-los-poetas.html (gracias a Daniel Medina, quien me acercó el link y el texto).