22 de mayo de 2009

La verdad de la milanesa

Después del aluvión Benedetti (he aquí alguien que tuvo todavía más pelotas que yo -que sólo tengo ovarios- para decir las cosas como son), de recibir en Facebook incontables mensajes con fragmentos de sus poemas, con videos, con saludos, con lloros y felicitaciones mutuas entre todas sus viudas, vuelvo a mi prédica habitual. 
Esta vez, otro poeta español viene al rescate. Luis Antonio de Villena, posiblemente un inconnú en estas pampas, da en el clavo, en mi opinión, en las siguientes declaraciones: 

Poetas hay muchos, pero pocos buenos. La poesía es el género más fácil de hacer, pero el más difícil de hacer bien. Una persona que durante treinta días escribe cada noche sus angustias, en un mes ya tiene un libro. Obviamente, será un libro muy malo, porque son llantinas del corazón. Sin embargo, un novelista, aunque sea muy malo, tiene que rellenar 250 páginas. Una novela cuesta mucho trabajo hacerla. Un libro de poesía mala se hace en treinta días.

A mí antes, cuando era malo, porque ahora soy más bueno, me dejaban libros con frases como: "Anoche yo sufrí desesperadamente, monstruos convulsos rondaban mi cama". Yo los llamo poemas de mala noche. En lugar de escribir poesía, esta gente tendría que tomarse una aspirina. En España, por ejemplo, un premio de poesía no significa nada. Significa que la editorial edita el libro. Estaría bien que al poeta que empieza le pusieran más dificultades. Si a un concurso de poesía se presentan cien títulos, a uno de novela se presentan doce. No obstante, hacer un libro de poesía bueno es más difícil que hacer una buena novela. Un mal libro de poesía lo hace hasta una portera, con todos mis respetos. Lo hace cualquiera.

Y mucha razón tiene también quien cita primero esta nota (aquí la pueden leer completa), el venezolano Jorge Gómez Jiménez, en su excelente blog Letralia al aseverar que hay una verdadera repulsa al trabajo e incluso a la mera idea de que escribir es un esfuerzo, es un trabajo incluso físico, que implica un desgaste y una concentración mental muy grandes y que no basta con poner dos o tres pavadas cortadas como un verso para, mágicamente, obtener un poema.
Que hay malos novelistas no es ninguna novedad, pero lo que realmente abunda son los malos poetas. No sólo de la mano de Benedetti (o, mejor dicho, de su imagen mediática como prototipo del "poeta") y otros por el estilo, sino apoyados en la falsa idea de que como la poesía es breve, "naturalmente" debe ser más fácil escribirla... Una idea tan peregrina como ésa sólo puede concebirse en la mente de los simples, de los ignaros, de los que nunca han usado más de tres neuronas en una misma sinapsis. Cualquiera que haya leído un poco sabe que es mucho más díficil lograr un poema más o menos pasable (no digamos ya bueno) que una prosa regular. 
Prosa regular se logra sin ningún esfuerzo: poesía mala, de la peor, con menos esfuerzo aún. Y como vivimos en una sociedad que premia SIEMPRE la ley del menor esfuerzo, que incluso incentiva el ideologema del batacazo, del salvarse de cualquier manera que NO implique el trabajo rudo y constante, que todo el tiempo ofrece salidas fáciles para toda clase de problemas y situaciones, resulta bastante natural que los poetas malos florezcan como hongos después de la lluvia (puta, qué lugar común acabo de mandarme, sepan disculpar, no es una noche muy "inspirada", ja ja). Ni hablar si a esto le sumamos la facilidad con que hoy día puede accederse a un medio de comunicación masiva sin pasar por ningún filtro o instancia mediadora antes. Ya vemos que cualquier hijo de vecino, una servidora incluida, tiene su blog, su paginita web, su perfil de Facebook, etc. 
Y a todo esto, yo siempre me pregunto, ¿y la poesía dónde está? ¿Dónde queda la poesía después de todo esto? ¿A dónde vamos a llegar si los poetas malos se leen y festejan entre ellos y los más o menos buenos nos ignoramos cortésmente unos a otros? ¿Dónde nos puede llevar este egoísmo, esta auténtica competencia desleal? Flaco favor le hacemos a las letras y a su verdadera difusión como vehículo de expansión y conocimiento (por ende de libertad) si seguimos ombligueándonos tan alegremente...