21 de marzo de 2010

Con la excusa del "día de la poesía"...

... aprovecho para compartir aquí unos fragmentos de un texto que me llegó vía el taller de escritura creativa que estoy haciendo con Gustavo di Pace. Se trata de una nota publicada por el poeta y sacerdote Hugo Mujica en la revista Viva, aunque no sabría decirles la fecha. Como ya el año pasado me enojé mucho con esto de que la poesía tenga un día, hoy prefiero hacer algo diferente y regalar estas perlas de sabiduría concentrada que nos entrega uno de los poetas más maravillosos, a mi entender, de nuestra poesía actual. 

"La actitud esencial ante un poema, para que él nos hable, nos entregue su esencia poética, no es buscar sacar algo, sea una definición, un concepto o una respuesta, sino la de abrirse al poema como ante una totalidad, un mundo verbal que se conjuga en sí mismo, dentro de sí. Es saber que la poesía no describe al mundo, inscribe un nuevo  mundo, abre perspectivas, alternativas... Instaura nuevos sentidos, los crea.
Acabo de decir sentidos, no significados; la pregunta sobre qué dice la poesía no es la pregunta sobre el significado sino sobre el sentido, es aquello que no dicen las palabras pero se dice en las palabras, aquello que más que decirse hace que lo diga yo. No se trata de qué dice la poesía sino qué me hace decir sobre mí, sobre el mundo, la vida: no qué dice, sino qué enciende, qué alumbra.
Tampoco se trata de sacar algo de un poema, de quedarme con una idea, se trata de que me saque, me saque del mundo mental en que solemos encerrarnos. Me saque del mundo pragmático y utilitario para ponerme en otro lugar: ponerme en un mundo abierto, o en lo abierto del mundo que es lo que la poesía expresa, expresa y abre, expresa abriendo.
(...)
Un poema se lee como se escucha una sonata o como se mira el mar, sin para qué, no buscando que nos informe sino esperando que nos transforme. Para que la poesía se diga , en definitiva, no hay que entenderla sino dejarla resonar, abrirse a ella, y en ella, abrirse en el espacio que ella misma convoca con su propia voz. Realizar y realizarnos en esa actitud, que llamaría una enseñanza de la pasividad. Pasividad que, en su inacabable dilatación, culmina en una poética de la receptividad, culmina en la mayor y más difícil actividad: escuchar."