26 de marzo de 2008

El ganador del Orozco no es un poeñoño

¡Bien! Me alegro.
Confieso que consideré seriamente presentarme a ese concurso de poesía (me refiero al "Premio de Poesía Olga Orozco", en cuyo jurado se encontraban, entre otros, Jorge Boccanera y el genial poeta chileno Gonzalo Rojas). Pero, como siempre, los imponderables vericuetos de mi mente más las vicisitudes de una existencia excesiva (y falsa)mente romántica hicieron que el tiempo pasara y no llegara a preparar nada... Mentira: tenía un poemario listo desde hace mucho. Podía haberlo enviado y ya. Sin tanto aspaviento, sin hacer escombro. Pero no me animé. No tuve ovarios. ¿Los tendré para la próxima edición? Ojalá.
Por eso me alegro. Porque el premio no lo ganó un poeñoño ni un detestable espontaneísta ni un versificador del año 10. Lo ganó un poeta, un vociferador, un hacedor, como dijera Borges vía los queridos griegos. Extraigo de una nota algo exigua pero buena en su brevedad algunas frases de Eugenio Mandrini (el ganador, pues) que me parece valen la pena ser leídas y tenidas en cuenta. Consultado acerca de su forma de escribir, dijo: 

"Escribo en la soledad más absoluta, fatalmente de noche en mi laboratorio, tapo la ventana con una frazada para que no haya luz porque la abrumadora realidad del nuevo día me inhabilita los conocimientos con los que escribo. También cuento con un interlocutor inventado que me lee en voz alta, porque el ojo silencioso no puede alcanzar ese espacio. A su vez, recibo de dos maneras el hecho poético: un pinchazo de alfiler, como un herpes, erupción que va a salir; o gran desasosiego como un escorpión y yo sé que algo viene. Siempre aparecen algunas palabras; para sostenerlas les pongo un título, sin él no puedo escribir porque es la capa del mago, el telón de fondo del teatro: donde se descorre aparece algo extraordinario."

Acerca de la poesía, sentenció:

"No alcanza con decir que la poesía es un oficio, ha llegado el momento de que la poesía vuelva a ser difícil, aunque hoy haya editoriales que se encarguen de recoger la hojarasca de tanta gente que escribe".

¡Bien! Mandrini es de los nuestros. Y cuando dice 'díficil' no quiere decir ni hermética ni abstrusa ni obligadamente oscura ni tampoco complicada al pedo. Quiere decir que la poesía no es una serie de versitos que riman diciendo las pavadas que flotan en la mente de cualquier espelunco o de, como bien dice, "gente que escribe", no poetas; quiere decir que lo primordial no es el facilismo ni el qué lindo, soy poeta porque rimé a con b ni mucho menos soy poeta por expulsar todo el cieno que hay en mi pobre alma y ya está, no hace falta más (en este desdén por la forma, por el cómo se dice lo que se dice se basa toda la patraña en que se sustentan y reproducen los poeñoños). Quiere decir que detrás de todo poema no sólo hay un arduo trabajo (casi se diría una lucha encarnizada con el lenguaje) sino también un pensamiento, una auténtica inquietud existencial que trasciende las fronteras de mi propia carnadura y puede hacerse carne en el otro. 
Y detrás de todo poema hay también algo que inevitablemente se escapa, que nunca se puede asir o alcanzar, que permanece inexpresado hasta el próximo intento, el próximo poema (la poesía misma, pues). Un poema límpido como el cristal no es un poema, es un informativo del estado del tiempo del alma de algún pobre diablo con ganas de ser "artista" pero no un poema, por más que esté en verso, rime y hasta esté centrado al medio. Un 'poema' límpido, explicativo, informativo, ordinario, bah, lo escribe cualquiera con más o menos pericia. Versificadores de versitos límpidos como el cristal hay a patadas. Gran parte de ellos son los que editan en editoriales piratas como Dunken et alia. Pero ¿eso es poesía, auténtica poesía lírica? ¡No!
Sigue Mandrini:

"Me inclino ante la vehemencia de la palabra de la poesía celebratoria, una poesía de carnadura lírica, poetas inmoderados. No hay poesía sin lirismo, sólo la urgencia dicta lo popular. Mis poetas necesarios son Jorge Bocannera, Jorge Aulicino y Leopoldo Castilla."

Poco más que decir. Aplausos. Vivas. Felicitaciones por el premio. Y a comprar su libro, que bien merecido lo tiene, cuando se edite.