17 de mayo de 2009
Un bastión de los poeñoños
Me entero por FB, una vez más, que hoy falleció Mario Benedetti. Ahórrenme ponerle links y demás, porque es harto conocido y porque la web debe estar hoy inundada de ellos. Benedetti no es santo de mi devoción. Lo he leído, no vayan a creer. Su libro de haikus, por ejemplo, me parece algo de lo más bello. Pero en general no me gusta porque es el paradigma de lo cursi. De lo remanido. De lo ochentamil veces visto. De, justamente, lo que intento combatir en estas y otras tantas páginas.
Nunca leí un verso suyo que me iluminara, me cambiara la vida o me arrojara a una nueva comprensión de las cosas o del mundo. Es un poeta de los que bien podrían llamarse "reproductores", siguiendo la terminología althusseriana (o una deformación de ella). Es un poeta que reproduce y no RECREA la realidad. No dice nada que no sepamos, no sorprende, no estimula. Por eso gusta tanto a los ñoños. No conozco un solo poeñoño que no se encandile, admire, desmaye y orine por Benedetti. Es, justamente, el paladín que justifica todos sus desvaríos. Es el poeta que los confirma en su hacer, mediante el siguiente silogismo: "Si Benedetti lo hace y es famoso y reconocido, ¿por qué no iba a hacerlo yo?".
Desde luego, afirmar semejante cosa no me va a ganar amigos, más bien todo lo contrario, pero no me importa. Ésta es mi tribuna de opinión y estoy autorizada a decir lo que me plazca, que para algo es mi blog y punto. Si alguien disiente, que comente y ofrezca pruebas contundentes de que Benedetti no es un poeta mediocre, de segunda línea, tanto en Uruguay como en el resto de la cultura hispana. Que sea muy leído y muy vendido no significa que sea bueno (una cosa que los poeñoños deberían aprender a no confundir es la literatura con la sociología de la literatura). Otros poetas uruguayos le pasan el trapo sin el menor esfuerzo. La propia Idea, entre ellos.
Lo malo del caso, en mi opinión, no es la poesía en sí de Benedetti, porque eso en última instancia es algo que afecta -o no- a la subjetividad de cada cual y listo, si no la imagen de poeta (una cuestión de sociología de la literatura, insisto) que se construyó mediáticamente a partir de ella. ¿Qué quiero decir con esto? Que basta decirle a alguien que no es "del palo", por así decirlo, que uno es poeta para que inmediatamente pregunte "ah... ¿te gusta Benedetti? ¡a mí me encanta...!" (otro tanto pasa con Neruda, pero Neruda al menos tuvo etapas de buena poesía o de poesía salvable cuando menos). ¿Y cómo explicarle a esta persona que uno detesta a Benedetti porque justamente encarna todo lo contrario de lo que uno cree que debe ser un poeta? Se complica bastante. En cuanto se le responde que "la verdad mucho no me gusta..." uno comienza a ser mirado como el bicho raro que sin dudas es y probablemente ya no le dirijan más la palabra. Más que nunca, entonces, se recuerdan los versos inmortales de Baudelaire, aquellos que comparaban al Poeta con el albatros, ese rey de los mares que en la tierra no podía caminar...
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