24 de marzo de 2009

Siguiendo con el "día de" o los feriados de ocasión

Hoy es un día ideal para los poeñoños. "La realidad" les brinda pasto abundante para sus chorreos emocionales y sentimentales, esta vez con regusto patriótico, reivindicativo y social. Hoy, que debiera ser un día de recogimiento, de silencio, de respeto, de a lo sumo, alguna reflexión más o menos acorde a las circunstancias, encontraréis que todos los blogs de los poetas "sensibles", atentos a lo que pasa "en la calle" (si un poeta está atento a lo que pasa 'en la calle' y no a lo que pasa en su alma su poesía ya está frita) y con "conciencia social", los mismos que adscriben a la deformada tesis de Adorno de que después de Auschwitz no se puede escribir poesía, están llenos de palabras como 'memoria', 'verdad', 'justicia', 'juicio', 'castigo', 'culpables', 'asesinos', 'perdón', y otros tantos colectivos y términos resumidores por el estilo, coronados, desde luego, por las expresiones estrella de estos días: 30.000 (o treinta mil) y nunca más. Y, más todavía, se llena la web y el mundo Facebook con canciones de León Gieco, de Mercedes Sosa, "Los dinosaurios" de Charly, en fin, de lo mismo de siempre. Y se ponen enlaces a sitios "progre", a medios de izquierda (bueno, o algo así, no creo que exista casi ninguno, pero digamos "barnizados" de izquierda), y se hace mucha alharaca y, como no podía ser de otra manera, en nuestro caso, se cita a los poetas de siempre: Gelman y a continuación, los poetas desaparecidos: Paco Urondo, Roberto Santoro, Miguel Ángel Bustos. Y siempre se lo cita, cómo no, a Rodolfo Walsh. Yo misma caí en esta trampa el año pasado.
¿Y por qué asistimos a este carnaval inverso, a esta celebración sin festejo alguno, a las impepinables marchas a Plaza de Mayo, a la referencia inevitables a las Madres y a las Abuelas, y a la insoportable sobrecarga de asquerosa y deleznable poesía de ocasión, de discursos vacuos y altisonantes, de palabreríos que intentan ocultar la vaciedad del pensamiento general? Simplemente porque "hoy" coincide con un "hoy" de hace treinta y tres años. Como si el inicio del Proceso hubiera significado un verdadero corte en el espacio y el tiempo y lo que antes era rosa y pacífico se volvió negro y macabro. Como si antes del 24 de marzo de 1976 no hubiera habido secuestros, torturas, desapariciones y demás aberraciones. Como si el inicio "oficial" de algo que se venía gestando hacía rato y que muchos alentaron, por omisión o por comisión, fuera motivo suficiente para exponernos a todos a esta contaminación visual e informativa que cada año se vuelve más densa, más rancia y, sobre todo, más aburrida. 
Pero pasa algo peor todavía: se diluyen, se licúan, se fagocitan a sí mismos todos los significados y sentidos que esta fecha pudiera tener en medio de tal profusión de significantes confusos, en medio de tal alienación del discurso. Todo se vuelve exactamente lo mismo y los guardianes de la buena conciencia y los bienpensantes se rasgan las vestiduras cuando alguien manifiesta su descontento o, más aún, su total olvido de qué fecha es esta que tanto revuelo produce y que debería producir, en todo caso, contrición, reflexión, una apertura del paréntesis cotidiano para pensar por qué nos pasó, qué hicimos o no para que nos pasara y qué podemos hacer para que no nos pase de nuevo. 
Pero no. Se prefiere siempre el circo, el más perverso circo del dolor. 

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