Creo que dejé de postear en este blog porque sentía que ya no había mucho más por decir. Sin embargo, como el enojo es un buen combustible para la escritura, creo que, en realidad, todavía queda mucho por decir. Como ante todo esta es una tribuna de opinión sobre la poesía y el quehacer poético, creo que todavía hay bastante tela para cortar por aquí. Por eso, después de cuatro años de silencio retomo este rincón y vuelvo a enarbolar la bandera de la poesía por sobre todas las cosas. De lo que yo creo, supongo, entiendo, concibo y sé que es la poesía. Otros tendrán otras opiniones, saberes o creencias: allá ellos. Harían bien en tener su propio blog y decir allí lo que se les cante, tal como yo hago en este.
Lo cierto es que lo que tanto me enojaba en el 2008, cuando inicié este blog, me sigue enojando hoy día. Pero si antes me enojaba sintiendo una gran acrimonia contra los poeñoños y lacras semejantes, hoy tengo una actitud cercana a la resignación y creo que esa es una buena razón (otra) para reflotar esta barcarola: para no ceder a esa horrible sensación de "total, para qué, si nadie escucha, si nadie lee...". No importa. Yo seguiré. Porque el problema mayor, según lo veo, sigue estando ahí: los poetas ñoños, los primerizos y, principalmente, los ciberpoetas NO LEEN POESÍA. Leen o bien sus propias producciones o bien producciones de otros poeñoños y ciberpoetas igual de horribles y nada más. No saben (no quieren saber, me consta) que hay más de dos mil años de poesía detrás de nosotros. No creen (no quieren creer) que ya todo ha sido dicho y que no hay nada nuevo bajo el sol. No les entra en la cabeza que caer una y otra vez en las frasecitas de poster, en los lugares comunes y todo lo que he denunciado en este blog con brutal sarcasmo NO es hacer poesía. Hacer poesía (y valga el pleonasmo), mis amigos, es otra cosa.
Intentaré, en lo sucesivo, ir develando de qué se trata esa "otra cosa" que yo creo (y sé, tras casi 25 años de práctica ininterrumpida) es la poesía.